martes, 3 de diciembre de 2013

Los senderos que se bifurcan

En esa época el tiempo le parecía menos veloz. Tres años le parecían casi una década. Pensar a tres años era pensar en el largo plazo. Además, en tres años sería el año 2000 y desde chico siempre se imaginó que sería grande cuando llegara ese momento. No recordaba con precisión la semana o el día, pero habrá sido entre Julio y Agosto, quizás a fines de Junio de 1997. Pablo regresaba a vivir a Buenos Aires, luego de haber vivido en Colombia por muchos años. En 1989 sus padres se fueron del país luego de la crisis económica y la hiperinflación, de modo que terminó estudiando ingeniería en Bogotá. Pablo solía contarle a Sebastián que entre sus recuerdos más nítidos y sufridos estaba haber soportado estoicamente el 5 a 0 de 1994 allí, en pleno Bogotá DC. Se hicieron amigos en breve tiempo aunque Sebastián dejaría Buenos Aires a finales de Agosto para irse a vivir a Madrid. Si bien la hoja de ruta estaba planificada desde enero, apróximadamente, recién en Junio decidió que finalmente dejaría su trabajo y se iría a España. No era facil tomar la decisión, nunca lo era para él. El entusiasmo de Pablo recién llegado a Buenos Aires le hacía dudar. Disfrutaba cada salida, cada cerveza, cada noche, cada pizza, cada asado, como nadie que yo hubiera tenido conciencia en Buenos Aires. Ni yo me había dado cuenta de cuanto se podía disfrutar esta ciudad. De todas formas, Sebastián se iría. La decisión estaba tomada ya, luego de haber terminado con su novia de entonces en forma confusa. Asi que parte del rito fue despedirse de todos. Recuerdo que casi todos los fines de semanas realizaba alguna fiesta de despedida, o salida de despedida o viaje de despedida. Cada paso que daba lo daba con la épica de la despedida. Fue en ese contexto que una noche salió con Andrea.

No se conocían mucho, hasta donde me contó muchos años después. No habían hablado mucho tampoco, hasta entonces. Sus padres se conocían de uno de esos tantos grupos católicos que aglutinan a las parejas casadas practicantes, como los míos. Se conocían de otro de esos tantos grupos a los que van los hijos de esos matrimonios, y en ese contexto es que también los conocí yo. Pero no eran amigos. Conocidos es el concepto que mejor los definía. Pero había algo que a Sebastián lo conectaba con Andrea y, creo, que a Andrea con él. Quizás era la situación compartida. Andrea se iba a estudiar literatura a Alemania y Sebastián se iba a estudiar administración a Madrid, ese era el plan. Creo que el hecho de que ambos se estában yendo, los acercó por fin. Se reuníeron finalmente en una especie de pub que estaba en la esquina de Avenida Fleming y Dardo Rocha, en Martínez, a donde yo solía ir muchas tardes con Pablo y Pia. Sebastián hablaba mucho y registraba con precisión que ella y él no se prestaban mucha atención, aunque algo los vinculaba. Estuvieron charlando con el corazón y con mucha alegría, pero también con cierta nostalgia de no haberse conocido con tiempo antes que supieran que ambos se irían. Ni siquiera lo llamaría un desencuentro. Venían de caminos y vidas similares pero distintos, y se encontraban justo ahí en una intersección. En esa esquina. De ahí la llevó a la casa, se despidieron. Recuerdo que Sebastián me comentó esa despedida y sobre un par de llamadas telefónicas posteriores. Sus caminos se habían cruzado aquella noche y volvían a bifurcarse nuevamente. Ella salía rumbo al resto de su vida, y él salía rumbo al resto de la suya.

Con el tiempo, ya cada uno en sus cosas, volvieron a intercambiar varios correos. Pero fue después de 2008, con la explosión de Facebook y el reencuentro masivo de amigos, ex compañeros de colegio, de la vida, parientes perdidos por quien sabe que rincón del país o del planeta, y nuevos "amigos" virtuales, que volvieron a establecer contacto entre ambos. Andrea ya habían terminado sus estudios en literatura y ya había escrito su tesis de maestría sobre Borges. Enseñaba literatura hispanoamericana en una universidad de Berlín. Con el tiempo desarrollaron una amistad diferente. Una amistad virtual. Ese tipo de relación que, a veces y con mucha suerte, se generan en las redes sociales. Y cuando un día, por fin, en algún intercambio comentaron sobre aquella noche de 1997, ella le comentó que se acordaba, al igual que él, como si fuera un extracto de "el jardín de los senderos que se bifurcan".

2 comentarios:

  1. 'A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades.' J.L. Borges, 'El jardín de senderos que se bifurcan' (1941). Tanto Andrea como Sebastián deben haber llegado a la conclusión que la literatura es mucho más piadosa que la vida o, tal vez, que la literatura es uno de esos senderos que permite juegos que en la vida son mucho más complicados.

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  2. " Venían de caminos y vidas similares pero distintos, y se encontraban justo ahí en una intersección".
    Hace unos días vengo pensando en entrecruces, cruces, intersecciones. Hoy escribí algo sobre eso: los cruces -mentales, afectivos, de saberes, de experiencias-.
    Curioso que los senderos que se bifurcan no se separas, se entretejen.
    Sí, soy un joven de los 90...

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