jueves, 25 de diciembre de 2014

Raices de soledad

Pasaron ya 2 meses y unos días desde que corrí la Maratón. NO he vuelto a escribir en el blog desde entonces. Con mucho trabajo pendiente, me impuse no escribir mientras no terminara. Asi pasaron los días, y no regrese al blog. Hoy, pensaba en escribir. Bajé unas pelis por torrent, recuperé la clave de una vieja cuenta de correo (hotmail). Lei los 3600 mails que no habia visto durante un año. Retomé una novela que había dejado discontinuamente a cada rato, a lo largo del año. Me preparé para salir a correr mis habituales 9-10K para cuando bajara un poco el sol. Y, mientras tanto, me topé  con estos dos párrafos:

"De finales de aquel extraño verano a principios de invierno no se produjo en mi vida nada que pudiera denominarse "cambio". Los días empezaban y terminaban sin imprevisto alguno. En septiembre llovió mucho. En noviembre hubo algunos días de mucho bochorno. Salvo por el clima, un día apenas se diferenciaba del otro. Iba a la piscina casi a diario, nadaba una larga distancia, paseaba, hacía tres comidas al día y procuraba emplear mis energías sólo en cosas reales y prácticas.
A veces, sin embargo, la soledad me punzaba el corazón. El agua que bebía, incluso el aire que respiraba, venía cargados de largas agujas de punta afilada. Las esquinas de las páginas del libro que sostenía en la mano me amenazaba con un destello blanco como filos de una navaja de afeitar. A las cuatro de la madrugada, cuando todo estaba en silencio, podía oir como crecían las raíces de mi soledad" (H. Murakami, Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo, Parte 3, Capítulo 3)

Y después de leer este párrafo, seguí con la lectura enganchado.

martes, 14 de octubre de 2014

42K Buenos Aires 7:30 AM

Es ya 12 de Octubre. Mientras esperaba la orden de largada miraba a los maratonistas de elite, los que están ubicados adelante de todo, esos que hacen la maratón en 2:15-2:30 y pensaba en Juan Carlos Zavala (Medalla de Oro Los Angeles 1932) y en Delfo Cabrera (Medalla de Oro, Londres 1948). En aquellas épocas solo un par de locos corrían por las calles. Mi padre (87) me contaba hace poco, para mi sorpresa, que solía correr con unos compañeros de trabajo cuando viajaban al interior. Varias veces corrían por el costado de la ruta y los camiones y coches, que no iban a la velocidad que van a hora, les gritaban "locos" y demás epítetos.

La cuestión es que que hoy estoy parado acá, en la largada de la Maratón de Buenos Aires (42K). Me entrené durante un año para esto. Hice más de 1300 kilómetros (incluso con una fascitis plantar en noviembre y luego en enero y febrero, que me retraso un poco en mis objetivos). Corro desde hace años. Por lo menos 8 años de este modo tan comprometido, aunque mis corridas se remontan a los años 80´s en tercer y cuarto año de la secundaria. Pero, la verdad es que nunca me había propuesto prepararme para una maratón. Eso sucedió de a poco. Claro, la euforia colectiva por el running hizo lo suyo. Primero fue superar los rutinarios 5K que realicé durante años  dando vuelta al hipódromo de San Isidro, mejorando la velocidad día a día, semana tras semana. Luego fuí por los 10K, lo cual implicaba hacer la vuelta larga del hipódromo y, alguna que otra vez, dar dos vueltas al circuito corto. Y, con el tiempo, me atreví a hacer de vez en cuando 15K. Hasta entonces había corrido carreras de 8K y 10K sin ningún problema.

El punto de quiebre se produjo cuando me mudé al bajo de San Isidro. Ahí sentí que era posible ponerme el objetivo de los 42K, Me puse a correr por esa cinta asfáltica que bordea al tren de la costa diariamente. Se hizo rutina correr 13K diarios alternándolos con 8K. Cada dos semanas me lanzaba unos 19K, y si había tiempo y un poco de energía, iba hasta los 21K o 23K. Corría a buen ritmo de San Fernando a Olivos, sin problema. Luego bajaba a 12K y a 8K y repetía la rutina. Fui subiendo mi estándar a tal punto que los 5K diarios que solía hacer como media, ya me parecían un refrigerio de medio mañana. Muchos tuvieron que ver con estos incrementos. El primer incremento lo hice por un aliento desde México, cundo alguna vez Igor Viveros me dijo por Twitter: "Che, vé ahora por los 10K".

El ultimo tiempo, hace unos 5 meses aproximdamente, o unos 600 km atrás, mejoré en elongación. Y eso fue producto de mi unión a Corredores Urbanos. Por mis horarios solo los veía una vez por semana. Mientras tanto, los demás días, corría solo. Me encontré con personas que tenian varias 42K encima. Y si bien ya habían evolucionado al cross-country, no escatimaron en darme tips para el asfalto.

Y así fue que llegué hasta aquí. Pienso en todas las indicaciones que me dio Marcelo, mi entrenador. Estoy parado nervioso, tratando de evitar contracturarme por los nervios y la ansiedad, justo antes de salir. No puedo dejar de pensar en los más de 1300K que corrí con el objetivo en la cabeza. ¿Podré correr estos 42K que tengo por delante? Suena la chicharra. Me digo: "Guardate, son 42... acordate que después vas a necesitar la fuerza". Tardamos en arrancar. La felicidad y la emoción se contagia. Hay una energía positiva que se siente. Largamos!

sábado, 11 de octubre de 2014

Menos de 24 horas (42K)

Faltan pocas horas, menos de 24, para largar. La maratón es mañana. Estoy en la parte de la sobrecarga de hidratos de carbono e hidratación. Desde hace una semana que no bajo de 2 litros de agua diarios, y estos últimos días pasé a 3 litros diarios. Hoy estoy saturado de agua y carbohidratos: pastas, pizzas, almendras, pan, galletas, agua, leche, banana, manzana, agua, pastas, papa, quesos, agua, masa, pastas, agua... y así. De vez en cuando paro un rato y me tomo unos mates ;-). Mañana a las 7:30 estaré listo para largar. Ayer fui a la Rural, a la expo-runner a buscar mi kit de corredor: la remera, el chip y el número. Fue una sensación inexplicable ver gente de todo el mundo compartiendo la misma pasión. Algo así como una comunidad que profesa la misma idea: correr. Mañana! Mañana! Estoy un poco ansioso, no lo voy a negar.

Ayer me escribió una querida colega y runner, también. Me dijo algo que pensé sería bueno compartirlo y creo que se podría llamar "aflojá la mochila de la vida" o "hasta la llegada, siempre!":

Diego,
Bueno, acá estás, a menos de 24hs de la carrera. Solo quería decirte por haberlo vivido, que lo peor ya pasó, las fucking semanas previas se fueron y solo resta lo mejor.
La musiquita es un buen recurso para la segunda mitad de la carrera, ubicar a la gente querida estratégicamente en distintos puntos, lo mismo que plantearse objetivos medios, llegar al km 21, llegar al km 30 y así.
Creo que todo este esfuerzo es una manera de querernos, de darnos la satisfacción de que hay cosas grandes que se pueden, que la voluntad le gana al cuerpo.
No hay mucho secreto, es solo salir a correr. Es un paso tras otro y aunque las rodillas cada vez suben menos, sigue siendo un paso tras otro en el km 10 y en el km 40 es igual.
Pero la alegría es lo que marca la diferencia. En un momento duele, pero es el dolor de avanzar y se siente hermoso.
Mirá la ciudad, pensá en cosas lindas, aflojá la mochila de la vida, sos vos en estado puro.
Abrazo grande, buen debut y hasta la llegada siempre!Paula  

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Fotos, Palabras y Soledad

Casi nunca pego fotos en el blog Basicamente porque la idea es poder describir, narrar o contar lo que quiero que los demás vean, sin recurrir a una imagen. Suelen decir que una imagen vale más que mil palabras, y desde que repetimos eso hemos ido lentamente dándole más valor a la imagen que a las palabras. Además todos los adminículos que se han ido incorporando a nuestras vidas, desde celulares, tablets y demás, ya vienen con cámaras incluidas que tienen más definición que algunas recientes (pero ya viejas) cámaras de fotos. Hasta hay una aplicación en redes, Instagram, que es para compartir fotos. Dicho todo esto, que da para una larga charla (y de la cual no participaré), quiero pegar esta foto que representa a una fanática del running en toda su expresión y a quien además aprecio mucho. Y que hoy es su cumpleaños y está esperando a su hijo/a... corriendo. Feliz Cumple Soledad!!!

Nota de campo después de 30km (Moreno)

Exactamente un mes. Como pasa el tiempo. Y casi ya estoy cruzando los 900 kilómetros. Hace un par de domingos corrí por primera vez 30 km seguidos. Fueron 3 horas continuas sin parar y, además, como si hubiera necesidad de hacer de todo esto algo épico (nooo, para nada... pero es el lenguaje de la época), llovía. Terminé cansado, como es más que obvio. Pero con esa sensación de haber podido alcanzar un objetivo parcial detrás del objetivo general: la Maratón de Buenos Aires.

Luego de haber llegado al pico de entrenamiento, ahora toca ir bajando, para recuperarme del desgaste y no llegar cansado al 12 de octubre. Es difícil, porque al menos mi personalidad o mi carácter (nunca se cual es cual), me impulsan a seguir subiendo la vara. Pero ahora es momento de ir bajándola. Algunas alarmas empezaron a sonar. Mi entrenador, por suerte, me aconseja bien. Ayer corrí unos 8 km, aproximadamente, incluyendo cuestas. Mi rodilla empezó a sentir el esfuerzo. Por suerte no es para alarmarse, pero me da "cuiqui" (así decíamos en mi barrio cuando eramos chicos los que ya cruzamos los 40).

De aquí al 12 de octubre se vienen carreras de 5, 8 y 16, alternadas con días  de descanso. Hay que ir bajando. En estos días, ya que estamos y debemos, largamos el trabajo de campo de un estudio sobre los consejos deliberantes del GBA. En este momento, de hecho, me encuentro en un café en el centro comercial de Moreno, al oeste de la ciudad de Buenos Aires, a unos metros de la entrada del Honorable Consejo Deliberante de Moreno. Para mi sorpresa, la entrada se confunde con un comercio, no tiene más de 3 metros de ancho. A cada lado hay negocios. Algún día debería comenzar con ese estudio que se me ocurrió en México sobre arquitectura y poder. Mientras tanto, corro... y luego entrevisto.

domingo, 24 de agosto de 2014

Panamá 20K multimedia

Me desperté a las 6:30, aunque era domingo, no podía seguir durmiendo. Bajé a desayunar. Me serví café con un poco de leche, un jugo de naranja y una panecillo dulce.  Lei los diarios, chequé el correo, facebook, revisé twitter, chatié por Watsapp con una de mis hijas. Reptí el café. Siempre tomo dos tazas, así sea lunes o viernes. Ya eran las 7 y algo. Regresé a mi habitación. Me peparé para salir a correr. Bajé la aplicación de endomondo, que Nicolás me había sugerido. Ya estaba registrado, así que fue facil instalarla en el celular. Cotejé que el GPS funcionara. Estaba todo listo. Ensayé una vez. Borré el ensayo. Bajé por el ascensor (al bajar, pensé, "¿no debería llamarlo descensor?").

Salí a la calle. (La musica que suena en aletorio es un tema de Sting, ah! Si.. "free free.. set them free") El hotel está en Obarrio, detrás del santuario. La zona es linda, exclusiva y a esta hora desolada. El calor es un abrazo suave y cariñoso. Es un día perfecto para correr. Conecté la aplicación con el propósito de tener claro cuantos km correría. El tiempo lo tenía pautado. Tengo que correr más de dos horas, por lo menos. Salí en búsqueda de una calle que me llevara a la cinta costera. Después de esquivar calles, salí a la avenida. Ahí me dicen que doble: "sales derecho a la cinta costera". Doblo, hago unas tres cuadras y llego. Cruzo y me pego a la costanera. Ya hay gente corriendo. El centro financiero se ve enorme, como si emergiera del mar. El circuito está limpio y muy bien cuidado. Me impresiona muy bien. Me siento feliz!! Sigo corriendo. Se ve a lo lejos el casco histórico, voy hacia allá. Unos 4 km y ya lo tengo ahí. En total, parece que estuviera perfectamente calculado, la voz de la aplicación me dice que son 5 km y voy a un buen ritmo. Ya estoy sudando (en el auricular entra en random Joaquín Sabina: "lo nuestro duró... lo que dura dos peces de hielo en un whisky on the rocks").

Llego al casco histórico. Me impresiona la cinta costera. Para no romper el casco hicieron como un anillo por fuera, por encima del mar que rodea al casco histórico. Yo me meto por debajo de ese anillo, sigo el circuito de corredores y llego a la ciudad vieja. Me impresiona! Esta super cuidada. Linda, antigua, colonial. Me topo con presidencia, doblo por una calle del casco, ya me meto adentro. Sigo corriendo. Somos pocos a esa hora. La calle está libre para mi. Corro por la ciudad. Me topo con el Hotel Tantano y en frente el Café Sucre (el viernes estuve ahí, entrevistando a alguien). Doblo como buscando de nuevo la costa. Sigo por esa calle y paso por la plaza Bolivar. Un clásico: colonial, antigüa y de moda siempre. Hermosa y elegante. Paso por el edificio del Ministerio del Relaciones Exteriores (imponente) y el teatro nacional ahí nomás. Doblo a la derecha encuentro de nuevo una costanera, más antigua, menos pretenciosa que por la que venía desde el distrito financiero, pero más autentica. Subo una escalera enorme, hay una especie de vuelta con un obelisco con un gallo arriba. (Me río, qué tema, está sonando: "siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta..."). Se ve todo el mar. A lo lejos una congestión de barcos esperando entrar al canal. Se ve impresionante. El mar, la ciudad vieja y la ciudad nueva. Ahora las veo a las dos, una enfrente de la otra. Retomo el pequeño malecón. Regreso. Ya van unos 9 km. Le meto un poco más de velocidad. Veo que tengo resto. Estoy empapado. Me cuelgo mirando las zapatillas de los que corren, la gran mayoría usa Asics. "Qué contraste", pienso. "En Buenos Aires la mayoría es Nike o Adidas, muy rara vez ves una Asic". Sigo corriendo. Me empiezo a preocupar si el GPS no consumirá crédito. "Me quiero morir si consume", llevo casi una hora corriendo "Imagináte la cuenta que me va a venir" me digo. Miro hacia adelante, ya estoy pegando la vuelta. Hoy hago 20km seguro. Estoy contento. Pienso en  mis colegas, amigos y compañeros que están corriendo la maratón de San Andrés. "Hoy tendría que haber corrido". Bueno, acá estoy de todos modos. Los edificios se me vienen encima. Llego hasta el final, ya hay mucha gente corriendo. Me siento feliz. "Podría vivir en esta ciudad", pienso. Parejas corriendo, charlando, tomando agua. Algunos elongando. Todo en orden. Llego al final de la cinta. Doy la vuelta. Quiero repetir todo el trayecto de nuevo, van 12 km me dice la voz de endomondo. "Tengo que apagar el GPS. ¿Y si me viene una cuenta enorme?" Apago el GPS, pero sigo corriendo. Registro mi primer carrera en la app de endomondo: 12 km y algo. Pienso que Nicolás ya debe haberlo visto. Lo tengo de amigo en endomondo: "Uy! cuantas redes!!!". Sigo corriendo. Chequeo bien las referencias, después voy a tener que llegar al hotel y ver cuanta distancia recorrí. Ah!!! Enciendo un rastreador para que me diga la distancia. Igual va a gastar. Ya apagué endomondo.

Regreso una vez más, cruzo un puente peatonal. Se ve todo desde ahí. El centro financiero, el casco antiguo, el mar, los barcos. Tengo que  buscar ahora la salida para el hotel. "mmm no recuerdo bien". Me meto rumbo a la ciudad. Me pierdo, sigo buscando. Sigo corriendo. Pregunto. Y corro. Ya voy acercandome. Me pierdo de nuevo. Es divertido perderse mientras uno corre por la ciudad. Conoces, de paso. Ya encontré la onda. "Obarrio por esa calle. Sigue derecho, sales al ... y luego doblas" Efectivamente. Llego al Casino, ya me siento cerca. Doy una vuelta más. son 19 y algo... tengo que completar los 20km. Corro hasta completarlos, justo ahi nomás de la entrada del Hotel. Y suena en mi auricular "Sweet Home Alabama".

viernes, 22 de agosto de 2014

Setecientos

Hace poco crucé los 700 km desde que comencé con los entrenamientos (en marzo, mas o menos). Y hoy crucé los 750 km. El plan, ya lo comenté, era correr unos 1000 antes de la maratón de octubre. Hasta aquí anduve muy bien. En velocidad y distancia, también en constancia (hago la cantidad de carreras programadas y si en alguna termino antes, en la siguiente alargo un poco para compensar). Ahora vienen distancias más largas. Por tiempo, estoy corriendo más veces; es decir, más días. Y estoy por encima de la actividad planeada (hoy me fijaba en 120% de la actividad), pero en distancia sigo haciendo lo mismo. No estoy pudiendo correr una vez a la semana dos horas seguidas. Entonces estoy en 90% de la distancia planeada, en relación con la actividad. Veamos este asunto. La distancia la cumplo, pero agregando más carreras. Y esa no es la idea. La idea es hacer más largas las carreras, no correr más carreras.

Otro cambio fue el de zapatillas. Hasta los 600 km corrí con unas nuevas zapatillas que conseguí muy recomendadas: las famosas Asics Nimbus 15. Fueron fundamentales para eliminar lentamente la fasictis plantar que se me hincó en el pié en febrero nuevamente. Corrí 600 km con ellas. Los ultimos 100 km los hice con unas Mizuno Wave Creation 13, otra cosa mariposa. Son espectaculares, más livianas, más ágiles, más cómodas. De vez en cuando me voy a volver a calzar las Nimbus, no es cuestión de dejarlas... pero ahora las siento muy pesadas. Es lógico, se hunden mucho para amortiguar el golpe y si bien dan una sensación de amortiguación genial, una vez que se hunden cuesta levantar, se pegan al piso. Cuando buscás más velocidad y despegue, para un trote o una pasada más ligera, entonces las Nimbus son muy pesadas. Con mis Mizuno ahora estamos en pleno romance. Las traje a ellas y no a las otras en este viaje (je..je..).

Cruzamos los 700 km, con algunos pequeños problemas en función de los objetivos propuestos, pero vamos bien. Cambiamos zapatillas para mejorar la actividad. Cada cosa funcionó para cada etapa. La vida misma.

sábado, 16 de agosto de 2014

Procesos

De marzo a la fecha, cuando me propuse el meticuloso plan de entrenamiento para la maratón de Buenos Aires, llevo recorrido más de 700 km. Son más de mil, si cuento desde agosto del año pasado. Es más, son más de 1300 km. Estoy casi listo. Puedo hacer 23 km sin mayor inconveniente. Y ahora, además, "puedo lograr" que mi cabeza no esté obsesivamente concentrada en un sólo tema. Y hasta puedo administrar las dosis de imágenes y asuntos que dejo proyectar mientras corro. Proyectar, digo. Si. A veces uno corre y las imágenes se proyectan independientemente del deseo de uno.

En realidad, no estoy muy seguro que la expresión correcta sea "puedo lograr". No me queda claro si es algo que yo "puedo". Así como pasa que los sentimientos creemos que se alojan en el corazón y se apoderan de la cabeza hasta saturarla; poder desincrustar pensamientos y sentimientos, dejarlos ir, soltarlos no depende exclusivamente de la voluntad. Uno no puede decidir que ingrese o salga, sólo sucede con un poco de gimnasia, tal vez. Más bien, tengo la impresión que es un proceso evolutivo (lo cual implica mucha adaptación) del cual no tenemos mayor control consciente. Eso creo y se lo pregunté a mi psicóloga, y me da la impresión que está de acuerdo. Ahora bien, la segunda parte quizás sea un poco más apropiada: "lograr". Si, lo considero un logro, una meta alcanzada. Me la prepuse, pero como si fuera una anécdota o un caso de los de "Juicio Salomónicos" de Elster, cuanto más obsesivamente salía a correr con el firme propósito de no pensar en algo, más ese algo se consolidaba y petrificaba como imagen y proyección, y sin variar salía a correr conmigo compitiendo en una lucha cuerpo a cuerpo en contra de los beneficios que producía mirar ese río marrón y ese cielo celeste o esa luna gigante en ese cielo negro lleno de estrellas. Causa de muchas contracturas, pues! De algunos malestares (quizás!).

Pero uno puede trabajar en ese control o en adaptar el control. En ese sentido, si. Es un logro aunque no sea un control pleno, es decir: no es poder. Uno no puede siempre decidir qué pensar, qué sentir, cómo sentirlo. Uno puede esforzarse en alcanzar esa meta: correr 10 K, correr 15 K, correr 20 K, pero no puede elegir si le van a doler a las piernas o no. Si va a tener sed o no. Y uno puede correr 20 k o 40 k, y sentir mucha sed y calmar la sed con agua o también puede aguantar y capaz incluso llegar. Quiero decir, hay cosas que podemos proponernos y alcanzarlas con más o menos entrenamiento y hay otras cosas que en principio no son tan fáciles de lograr. Claro está, uno puede ir ayudando a que el cuerpo se adapte. Esos procesos tienen sus etapas. Ahi vamos... terminando una.

lunes, 11 de agosto de 2014

Tendencia: Separados

Hace unos minutos, llegó Eloisa F. Es una de las agentes de la inmobiliaria que está mostrando el departamento en el que vivo y que estoy por dejar. Vino con un candidato a inquilino de mi edad, aproximadamente (quizás un lustro menos). Separado hace año y medio, con dos hijas. Estaba buscando por la zona. Su ex-mujer vive cerca (a unas pocas cuadras) y pensaba estar más cerca de las niñas, además el colegio al que van también está por la zona. Sus hijas se quedan con él los martes a dormir y los sábados a la tarde, después del mediodía, llegan con él y se regresan el domingo. Hablamos del departamento, de la vista hermosa que tiene. De las virtudes y los defectos. Que la humedad, que el viento. Y viste "El rio!!!! se ve espectacular". Que los vecinos son buenisimos! Mi vecina del J, mi vecina del G, mi vecina del H... la pucha, todas vecinas!!! (risas). Si, "la verdad super buena gente", dije. Tal es separada, con dos hijos. Tal otra, también, con una niña más pequeño. El del C también, tiene 2. Y así... Ah! Y yo. Si, yo también, el del "K" (la letra que me tocó del depa, eh?), para invariar, separado, con tres hijos. Y de repente, en estos días que me estoy acomodando después de un año, me presente como el "separado con tres hijos". Sonó fuerte en mi interior. El lo tenía más claro cuando lo decía, "separado con dos hijos" y lo llevaba bien. Hablamos de las rutinas, de los días que yo lavaba la ropa y lo rápido que se secaba en la terraza, como me organizaba con el super, que la cocina era chica pero "chingona" (eso es mío, me hago el muy mexicano como para caer bien; no siempre lo logro, je..!). Qué como acomodaba a los chicos cuando venían a quedarse, que la mesa grande que me compré, que la vista... siempre la vista. Que la vista me ayudó mucho para pasar la angustia de los primeros (tantos) meses. Una buena charla. Al menos uno no se siente solo en la soledad. Que los separados somos como una gran mayoría silenciosa. Me gusta pensarlo como un "hecho social" no una cuestión individual. Una mega-tendencia, bah! Somos trending topic #separado

miércoles, 6 de agosto de 2014

El nieto de Estela

Hoy (5/08/2014) tuve un día eterno. De esos que cuando están por la mitad, me inspiran para una trama de una novela. Cuando están terminando, a menos para una entrada en el blog. Un lindo día, al fin y al cabo, lleno de actividades y ocupado en varias cosas. Liberando mi cabeza que ultimamente se puso monotemática.  Empezó temprano, yendo a buscar a mis hijas para llevarlas al colegio (hijas/hijos). La mañana en el trayecto al colegio es como un elixir de alegría. desde que suena el despertado, me despierto, me ducho, desayuno y las paso a buscar, hacemos pool con otra compañera, las dejo en el cole. Charlo con algún padre, con alguna madre. Con la directora. Son las 8:00 am. y desde 6:45 a ese momento, les juro, soy el tipo más feliz del universo. 

Luego parti rumbo al centro. Ya no soy tan feliz, pero escuchar la radio y pasear por libertador mientras el sol es tenue, no está nada mal. Tenia la reunión mensual  de trabajo de comisión. De ahí, me fui a tomar exámenes finales al oeste de la ciudad. Tomé Riobamba rumbo al sur, seguí por la calle que continua después de Rivadavia (no se cual es el nombre, pero es la que pasa por detrás del congreso). Llegué a la intersección con la Autopista 25 de Mayo, giré a mi derecha y subí. Llegué a San Justo a las 13:15, y ya no habia almorzado. Estaban los estudiantes esperando, a quienes les pedí que llegaran temprano para poder regresarme temprano a buscar a mis hijos al colegio. Al terminar esa ronda, ya eran las 3 pm, emprendí el regreso por acceso oeste, primero, y Autopista del Buen Ayre después, y arribé a San Isidro justo a tiempo para estar en la puerta del colegio y recoger a mis hijas. Eran las 16:20. Las llevé a la casa de la madre, bajamos, las mochilas. Conecté la play station en el televisor de la casa. Terminamos de charlar sobre como fue el día en el colegio y emprendí la retirada. Tenía agendado ir a ver un departamento para mudarme a las 17:15. Lo vi, me encantó cerramos el acuerdo. De ahí, contento, me fui a lo de mis viejos, a contarles un poco de todo (padres/abuelos), del departamento, de mis hijos, de sus nietos, de lo bien que ellos me veían ahora, me dijeron. 

Y fue ahí, como a las 6 pm que me enteré que Estela Carlotto había encontrado a su nieto (Ignacio Hurban), que su nieto había encontrado a su abuela.  Estela dijo emocionada: "No quería morirme sin abrazarlo, y lo voy a hacer". Siempre me emocionan esas historias, a la vez que me indignan sin poder entenderlas. Y me emocioné. Soy muy sensible, ya lo saben, la piel se me puso de gallina y contuve mis lagrimas de felicidad. Una emoción me invadió el cuerpo. Por Estela, por Ignacio. Pero también fui consciente de mi felicidad, como hacia rato no lo era. Por mis hijos, mis viejos, por la madre de mis hijos y por mi que, a pesar de todo, estamos vivos y sabemos quienes somos. Después me fui a correr y a entrenar dos horas. Corro, luego existo... pero corro porque existo.

jueves, 24 de julio de 2014

Encuentro en el Aeropuerto

Lo vi en el aeropuerto de Santiago de Chile, mientras esperábamos que se definiera la situación del vuelo LAN 622 con destino a México DF. La cara me resultaba familiar. Exploré en mi buscador mental sitios y situaciones para ubicar a esa persona. Yo, sin duda, lo conocía. Luego de un par de horas de espera el vuelo se canceló. Nos enviaron a todos al Hotel Sheraton Las Condes. Regresamos a la mañana siguiente al Aeropuerto. Lo vi de nuevo. Y, en plan casual, me acerqué y le dije: "Te conozco de algún lado, ¿De donde?" Enseguida nos reconocimos. Luego de ensayar sitios y personas de potencial común conocimiento, achicamos las opciones y concluimos: del gimnasio de Oxtopulco y Avenida Universidad. "Si!! Tal cual!" "Pero que haces por aquí, wüey?", me preguntó. Respondí corto: "Voy para DF", "¿Y tú?", enseguida le pregunté. Contento, me dijo: "Vengo de Río. Fui a ver la final, de Fut. Estuvo padrísimo".

Comencé a ir a ese gimnasio en el 2000/2001 y continué yendo hasta el 2004, aproximadamente. Recordaba las caras de todos y en particular de este cuate, Vladimir. Ahi Nomás comenzamos a ponernos al día de toda la gente del gimnasio que, tal y como ha sucedido al parecer en todo el globo terráqueo, han incursionado también en el mundo "runner". Río estaba lleno de argentinos, era el comentario obligado para dar paso a la charla. Al acordarnos del gimnasio y recién terminado el mundial 2014, la conversación derivó en el mundial del 2002. En ese entonces yo era un diario concurrente al gimnasio y la selección argentina era eliminada en primera ronda. Estaba reconstruyendo nuevamente mi vida en DF, soltero y solo, a poco tiempo de haber conseguido mi primer empleo académico formal y pago (no era menos). Le comenté que formé pareja, tuve hijos, en el 2007 me había regresado a Buenos Aires y hace un año me había separado. Que todos los años viajaba a México y que, siempre que pasaba por la puerta del gimnasio, miraba a ver si encontraba a algún cuate por ahí. Recordamos que una vez fuimos a jugar a la cancha de futbol 5 techada que tiene FLACSO allá en el Ajusco. Y, entonces, me mostró en facebook las fotos de los viejos amigos: "Huy, ¿qué es de la vida de Julio, de Tonio, del Alemán? ¿Se siguen viendo?" La charla fluía. Yo comenté una anécdota que recordaba sobre Torsten, el Alemán, cuando le ganaron a USA en cuartos en el 2002.

Vladimir miró fijo a lo lejos y me dijo: "Torsten! Lo que son las cosas! Falleció". "¿No te lo puedo creer?" le dije. Me comentó que con el tiempo todos habían empezado, además de ir al gimnasio, a correr 10K, 20K y así. Torsten, Tonio, Julio y los demás se inscribían a las carreras y entrenaban juntos. Habían consolidado el grupo. La cuestión es que una tarde, en Insurgentes y Mixcoac, un auto chocó al auto en el que Torsten venía de acompañante. Lo internaron de urgencia. Su hermana que andaba por México en esa época, llegó al hospital a socorrerlo y tras unos días falleció. Al mes hicieron una carrera de 10K en la UNAM en homenaje a Torsten. "Fue muy emotivo", comentó Vladimir con los ojos húmedos. Me comentó, como si estuviera por terminar el relato, que al terminar la carrera Tonio, para descomprimir, dijo: "No mames, a mi cuando muera me hacen una de 42K". Yo sonreí, me pareció que el comentario era gracioso, mientras vi que Vladimir fijó la vista hacia los aviones. Continuó: "Y no va, wüey, que al año Tonio muere también". Mis ojos se abrieron enormes: "No te lo puedo creer!!!" exclamé. "Bueno, así que Julio y yo -continuó Vladimir- corrimos la maratón de México ese año"..

Seguimos charlando en la sala de espera de la puerta 19 B del aeropuerto de Santiago. Iba saliendo el sol y la visibilidad se reducía junto con el aumento del efecto bruma de la contaminación. Todavía se veían los Andes nevados. Recordé en un segundo como fue mi vida desde 2002 hasta la fecha. ¿Donde me encontraba en este punto del trayecto? Aparecían caoticamente diferentes acontecimientos, pero podía ubicarlos en el tiempo con bastante exactitud. Los nacimientos de mis hijas, el regreso a Argentina, el mundial del 2006, alguna crisis política, el nacimiento de mi hijo, el mundial del 2010, y así continué. De pronto la vida era una especie de resumen de hechos importantes, que estaban unidos con un relleno de cotidianeidad a modo de gel que las amortiguaba, y les daba continuidad evitando que chocaran, que se secaran o que se oxidaran. Y al final de esa cadena estaba yo, de nuevo con mi vida, en el aeropuerto.

sábado, 19 de julio de 2014

Amanece en Santiago

Y al final... que se hizo la 1:00 am. Llego a la puerta 20 y ya estaban abordando un contingente grande de personas. "Buenisimo" dije en voz baja, casi como un suspiro. Me acerqué y pregunté si finalmente tendríamos la cena. La joven que atendía me miró y me dijo en su tono chileno, burocrático y "classy" "Dígame-el-vuelo (pó)".  Le di el número de vuelo y le aclaré el "que va a México". Sin mirarme a los ojos, como evitando cualquier consecuencia posterior a su programado comentario, me dijo: "Ah! No. El vuelo se movió a la puerta 19B". Me acerqué lentamente a la puerta 19B y de lejos observé que no había nadie. Pregunté por el vuelo y ahí me enteré que se canceló hasta las 11:00 de la mañana del día siguiente. Que iríamos al Hotel Sheraton Las Condes y luego mañana a las 7:00 nos pasarían a buscar. Para esto hubo que hacer migraciones, retirar las maletas y hacer otra tercera cola más para abordar los micros que nos llevarían al Hotel. Llegados al hotel los 300 pasajeros (no sé, tiro un número) hicimos el check-in que duró una hora. Nos atendieron bien, y por lo menos los tonos de voz ya no eran burocráticos. Ultimamente, como dicen los mexicanos, estoy muy sensible a los tonos de voz cuidadosamente pensados para irritar pero que no dan ni un sólo margen de duda acerca de la correctitud de lo expresado, de modo tal que tu irritabilidad quede absolutamente cuestionada (en fin!). Ese tono debe ser elaborado. Tiene que notarse que es artificial, pero no tanto como para dar origen a una broma o una burla, y al mismo tiempo dejar bien en claro que el deseo es que se note. La cuestión es que llegamos al hotel. Comi algo muy liviano y me fui a dormir. Dormi tres horas y media. Me desperté y me introduje en la tina. Recordé una sugerencia burocrática acerca de la cantidad de perfume que debe ponerse uno en el cuerpo (me reí en soledad como cómplice de mi mismo). Vine a desayunar. Me puse a leer los diarios. Nos hablamos con otros pasajeros. Nos comentamos a qué nos dedicamos. Nadie alardeó de nada. El café está riquísimo. Y amanece en Santiago con una vista de los Andes enorme y cercana.

viernes, 18 de julio de 2014

A volver a escribir

Ascendió independiente y dejé de escribir. Vino el mundial y me aislé del universo. Coincidió con un proceso personal y con prestarle atención a una de esas frases de Facebook (si, ja..ja..): "Si tenés problemas, andá al analista. No lo publiques en tu muro". Voy al analista desde hace un año, pero a veces no lograba filtrar sentimientos y pasiones, producto de esas situaciones críticas que te ponen en carne viva y con el alma a flor de piel. Pero decidí limitarme. Me costó, porque escribir me libera en muchas formas. Atarme las manos, fue como "cerrar el pico". Pero aquí estoy, emergiendo. Terminó el mundial y empiezo una nueva vida. Una nueva vida que estaba gestando y venia mutando. Una nueva vida que se hacia esperar desde hace un año. Estoy en el aeropuerto de Santiago de Chile, y me acaban de avisar que por "razones de control técnico no programado" hay una demora de 2 horas para volar a México. Y bueh! Take it easy, me senté a comer una ensalada, un juguito y a escribir. A volver a escribir.

miércoles, 11 de junio de 2014

Mi viejo, mi hijo y yo

Quizás haya sido una de esas tardes que con el tiempo serán de esos recuerdos que se volverán pesados e intensos. Fueron 90 minutos, nada más. Llegué justo, con Julián, para comer rápido en lo de mis viejos y sentarnos a ver el partido. Era una final, aunque el que ganaba no iba a ser campeón. Llegamos con lo justo, con lo poco que tenemos en estos tiempos. El que ganaba se quedaba con el tercer lugar del torneo Nacional B, pero había que jugar un partido de desempate. Era una final. El que ganaba se quedaba con la tercer plaza para ascender al Nacional A, la máxima categoría. Demás está decir, ganamos. Si no hubiese sido así, quizás no estaría escribiendo estas lineas. Gritamos los dos goles como locos. Julián me miraba, y sin razonar mucho, también gritaba loco de contento. Mi viejo sentado, también gritaba. Ya no se paraba a gritar los goles como cuando ganábamos las libertadores en los 70´s, pero los gritaba. El primero lo hizo Zapata, y quizás por eso lo gritamos más. Lo puteamos todo el torneo. En la cancha eran una joda las cosas que se decían de él. Pero hoy, justo hoy, la metió adentro después de un rebote que dio el arquero cuando Pisano después de un contragolpe se la reventó en el pecho. El segundo fue tranqulizador, Pizzini recién había entrado, y también en un rebote medio forzado, a lo guapo, se quedó con el balón, luego de superar al arquero la metió definitiva, y contundente, en el arco. Ascendimos a la A. Las redes sociales estallan con el #ElRetornoDelRey. Pero después de un rato me di cuenta que había vivido un momento de esos que voy a  recordar con mucha emoción: mi viejo, mi hijo y yo viendo al Rojo salir de las malas para entrar en las buenas. Quizás no nos queden muchas tardes más así, pero esta tarde valió por todas las copas Libertadores.

domingo, 11 de mayo de 2014

Running Team

Desde que comencé a correr lo hago solitariamente. Sigo pensando cuándo fue el día que comencé a correr y dudo en la fecha de corte. Quizás fue en el 2001, en México. Recuerdo que la ansiedad y angustia que tenía, por entonces, me desvelaba, y a las 5 de la mañana salía a correr por un parque que estaba pegado a la Avenida Pacífico, en Coyoacán, y llegaba hasta la Avenida División del Norte. Eran días personalmente difíciles y no estaba tan generalizado salir a correr. Alguna vez relataré algunas de esas experiencias. Curiosamente, desde hace un tiempo, tengo la sensación de estar atravesando una experiencia similar. Hasta la vista de mi departamento, en cierta forma, se parece a la vista del departamento de entonces. Sea lo que sea, empecé a correr solo. Seguí corriendo solo. Y cuando llegue a Argentina, como creo haber comentado en el primer post de este blog, seguí corriendo solo. La lectura de Murakami, aumentó mi reivindicada idea de correr sólo. Pero la semana pasada decidí hacer algo que venía meditando hace tiempo.

Cuando salgo a correr, sobre todo cuando lo hago de noche, veo mucha gente en grupo entrenando. Hay profesores, equipos de corredores (running teams) de diferentes marcas de calzados, profesor locales, vecinales y hasta se montan con colchonetas especies de gimnasios ambulantes al aire libre. La gran mayoría de las personas de esos grupos son gente de mi edad, en promedio. Así que siempre me dio curiosidad de participar en los grupos. Por otra parte, estar tanto tiempo solo no es bueno. Lo dice la Biblia incluso, en el génesis, no? (risas) [Nota al pié: Ojo! hay una campaña encabezada por LM para que deje de escribir (risas) en twitter]. Así que, decía, decidí unirme a un grupo de corredores.

Llevo 14 años corriendo y diría que al menos 8 años de esos in-interrumpidamente. Fortalecí mucho mis piernas, suelo hacer largas distancias (hasta 26 km me banco de un tirón), tengo buena respiración, pero ultimamente el fantasma vampiro de los corredores "la fascitis plantar" hizo lo suyo. Me uní en estas condiciones a un grupo muy divertido, por suerte. Hacemos un poco running (5 km, aproximadamente), desde el club hasta el puerto de olivos. Luego regresamos a un Boulevard pegado a la costa, a la vuelta de prefectura. Hacemos ejercicios en carrera para las caderas, pasadas en linea, más ejercicios, luego un rato de corridas, cuestas en velocidad, pasadas en cuestas [Nota al pié: las cuestas las hacemos en la quinta presidencial, asi que un equipo muy politológico también]. La ventaja de estar en equipo es que te permite hacer cosas que normalmente en soledad no harías, y eso es bueno. Fortalecer cierta parte de las piernas, de la musculatura, que a fuerza de hacer siempre lo mismo (correr y correr) quedan abandonadas. Pero, quizás lo más importante, es que escuchar hablar y bromear a los demás me hace bien. Sentirse en compañía! Que el entrenamiento de 2 horas y minutos sea extremadamente divertido y me haga sentir bien, es algo que ayuda también, como las sesiones de terapia de los miércoles.

miércoles, 30 de abril de 2014

La misteriosa Kumiko

Aquella noche, a oscuras en nuestra habitación, acostado junto a Kumiko, mirando el techo, me pregunté hasta qué punto conocía en realidad a aquella mujer. Las agujas del reloj señalaban las dos. Kumiko dormía profundamente. Envuelto por las tinieblas, pensé en los pañuelos de papel de color azul, en el papel higiénico con dibujos y en la ternera frita con pimientos. Yo había vivido todo aquel tiempo sin saber lo mucho que ella los detestaba. Estas cosas, en si mismas, eran naderías. Cosas tan triviales que daban ganas de echarse a reír. No era un asunto sobre el que armar un gran revuelo. En pocos días, sin duda, olvidaríamos por completo semejante tontería.

Pero a mi siguió preocupándome de una manera extraña.Como una pequeña espina clavada en la garganta que no deja vivir. "Quizás sea un hecho más crucial de lo que parece", pensaba. "Tal vez sea un hecho determinante. O tal vez, sea en realidad solo la entrada. Y tal vez, al fondo, se extienda un mundo que sólo pertenece a Kumiko, un mundo que yo todavía no conozco". Me lo imaginaba como una habitación enorme y oscura. Yo estaba en la habitación con un pequeño encendedor en la mano. Lo que alcanzaba a ver a la luz del mechero era apenas una pequeña parte de la habitación.

¿Lograría ver alguna vez el resto? ¿O envejecería y moriría sin llegar a conocerla bien? Si fuera así, ¿En qué narices consiste mi vida matrimonial? ¿En qué narices consistía mi vida, viviendo y durmiendo con una extraña?

Esto es lo que pensé entonces y lo que, desde aquella noche, seguí pensando de vez en cuando. Mucho después supe que en aquellos momentos me había introducido en el núcleo mismo del problema.

Extraido de Haruki Murakami: Crónica del Pájaro que da cuerda al Mundo, pp. 51-52,

domingo, 27 de abril de 2014

San Isidro

El auto quedó guardado, luego del choque. Así que mi ansiedad y angustia acerca de cómo resolver cada pequeña actividad de mis rutinas diarias (trabajo, tramites, hijos, colegio, hockey, natación, etc.) me impulsaron a correr. La semana pasada, esa angustía, me llevo al exceso. Y cada vez que me excedo corriendo, el fantasma del dolor en la planta del pié aparece. De modo que esta semana tuve que, si o si, parar un poco. Entre otras cosas, reemplacé correr todos los días por caminar aquellos recorridos que normalmente hacia en coche. Y salí a recorrer San Isidro, como cuando iba al colegio secundario. Fui a tarapia caminando, y aproveché a cruzar todo el centro de San Isidro a pié. Obtuve mi tarjeta SUBE, además para movilizarme en lineas de colectivo que ni sabía que existían (por cierto, que gran invento que me pasó inadvertido). Saqué un abono vecinal en el Tren de la Costa. En fin, me reorganicé.

De regreso de terapia, subiendo por Belgrano, antes de llegar a Cosme Beccar, me paré en "Coquito". Seguía ahí, en pié, sin tocar ni siquiera el cartel de la marquesina. Eso me transportó a mi infancia, digamos a los años 70 (uf! que viejo estoy!). Me acordé de algunas rutinas semanales que mi padre tenía. Terminaba de almorzar antes de las 14:00 para ir al "Bank of América", cuya sucursal estaba en San Isidro, sobre la galería de la calle Belgrano. A mi me parecía igual que ir al microcentro. Llegábamos, estacionábamos donde podíamos (porque siempre en San Isidro había mucho tránsito). La cola del Banco para hacer depósitos o pagar cuentas era inmensa, pero era menor que la del Banco Provincia, decía siempre mi padre. Y por esa razón, prefería ir al BoA. A mi me parecía interminable, pero me gustaba acompañarlo. Algunas veces, si el apuro de ir al banco era mayor y no hacíamos tiempo a almorzar, caminábamos hasta "Coquito" a comer panchos. Las distancias me parecían grandes. Mi papá siempre me decía que eran los mejores panchos del mundo. Y, para mi, eso no podía ser de otra manera. Tenían una técnica especial: el pan siempre estaba un poco húmedo con el vapor que salía de la cocción de las salchichas.

Unos segundos después de acordarme con lujo de detalles las ida al "BANK of America", regresé al 2014. Me quedé parado en la puerta, dudando. Creo que en mi cara había una sonrisa, pese a que en esa sesión de terapia de la que venía de regreso había llorado mucho. Una señora sentada frente al viejo mostrador de estaño, me miró y me dijo: "Hay lugar, acérquese. No se quede en la vereda". La señora se limpió la boca suavemente con una servilleta de papel. Mientras ella lo hacía y acomodaba su bolso, me acerqué tímidamente al mostrador y le pedí, con voz un poco dudosa, "un pancho, por favor" al que atendía. Noté que había una generación nueva al frente del comercio. Ya no era el señor canoso con voz ronca, de tanto fumar cigarrillos negros (quizás 43/70 o Imparciales). Había tres personas atendiendo, un varón y dos mujeres. Todos probablemente menores que yo. Me acercaron el pancho en un plato pequeño de metal liviano, le puse un poco de mostaza y con mucho pudor empecé a comer. Cuando lo saboreé, cerré los ojos casi imperceptiblemente, y el lugar me volvió a parecer gigante. Fue una sensación extraña.

San Isidro ahora está varias veces más intransitable con el auto. El crecimiento del parque automotor se nota. Nunca encuentras lugar para estacionar, ni siquiera en los estacionamientos pagos. A medida que caminas esas cuadras que van del Alto al Bajo, el paisaje va cambiando, pero es continuo. Calles peladas, sin Arboles, llenas de comercios de todo por un peso, lentamente se transforman cuando cruzan el mástil de Acassuso, donde se bifurca Belgrano en 9 de Julio, en calles con sombra tapadas de tupidas copas de árboles y veredas repletas de mesas de café. Al menos a mi, me parece que San Isidro sigue teniendo esa mezcla del cocoliche popular de algunos negocios, como el de Coquito, combinada con la elegancia aristocrática de los socios de sus clubes de Rugby que toman café en la vereda. En una época, el colegio Nacional reflejaba esa combinación multiclasista en el Aula.

Seguí caminando rumbo al bajo, me senté a leer "Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo", en el café Martínez que está en la esquina de Chacabuco y Belgrano. Mi angustia iba transformándose en otra cosa y lentamente se ordenaba en una mezcla de pasado y futuro secuencialmente. La incertidumbre se desvanecía y los efectos de la sesión de terapia del mediodía iban acomodándose. Y el dolor del pié... ah! El dolor del pié. Me había acordado que me dolía el pié.

miércoles, 16 de abril de 2014

I crashed my car into the bridge

Ayer choqué en Av. General Paz. Destrocé la parrilla y las ópticas del auto, contra un camión Mercedez Benz duro como una roca. El capot quedó arrugado cual papel tirado a un cesto de basura. Además, de atrás, un Chevrolet Astra, imposible de frenar. Estaba en uno de esos puentes de esa Avenida (I crashed my car into the Bridge). Lo llevé al seguro como pude para una inspección. Iba a 60, el capot se levantaba por el viento. Llegué al seguro. La noticia: no estaba cubierto (I don´t care).

A la noche mientras regresaba de la Universidad, tuve una mediana charla de definiciones, dolorosas, pero agradecida. Quizás una charla que necesitaba. Un cierre, o una apertura, o lo que fuera. Una charla, al fin y al cabo que me oriente donde estoy.

Muy a la noche, ya estando en mi departamento, por talk me entra una conversación. Y me dicen: "Bueno, mejor así. Quizás ahora puedas mirar para adelante". Toda una metáfora del choque y de la charla. ¿Habré chocado porque no puedo mirar para adelante? Tema de psicólogo, seguramente. Todo como la canción de Icona "I Love it"







martes, 8 de abril de 2014

Los "Famosos"

No se si soy yo, que estoy pendiente o la casualidad. Lo cierto es que frecuentemente cuando corro me encuentro con algún famoso. Hoy, hacía un trote suave, y bordeando el tren de la costa cruzando Perú, allí donde hace poco quitaron una tapia y se ve, imponente, un condominio lujoso, lo vi a Pancho Dotto cruzarse en mi trayectoria. El tipo es muy alto, me sorprendió. Pero eso no es nada. Recuerdo que varias mañanas, corriendo por el hipódromo de San Isidro, solía cruzarme a Noel Barrionuevo, la defensora de Las Leonas. Un tanto más flaca de lo que aparenta en la tele.

Al que siempre me cruzaba era a Luis Islas, quien tenía un grupo de personas a las cuales entrenaba. Una vez, incluso, pasaba por la puerta de mi casa y salí a saludarlo. Las vueltas de la vida! Ahora nos vemos (ocasionalmente) en la puerta del jardín de mi hijo más chico, que es compañero de su hija. Pero quizás el encuentro más sorprendente fue con Andrea Frigerio, en Martínez. Si señores!!! Aunque recuerdo que en esa ocasión no pude recordar su nombre, aunque si recordaba su rostro inconfundible. Me sorprendió cuan bonita y joven lucía, pese a que la recuerdo ya una persona grande en los años 90´s.

Hace un tiempo ya, cuando vivía en México, me crucé a una dupla imparable: Luciano Figueroa y al Chelito Delgado. Me llamó la atención lo jóvenes que eran. Tan es así, que Luciano Figueroa estaba con sus padres. Hablando de deportes: al que cruzo siempre en el Cotto del bajo de San Isidro, es a Daniel Arcuchi que corre, también, por mi circuito. No es tan famoso, pero como lo escucho a veces en la radio, pues... lo anoto. Al que me crucé en mi ruta habitual del Tren de la Costa, también hace poco, fue a Roberto Caballero, el ex director de Tiempo Argentino. Iba caminando, casual, muy tranquilo. Y también en esa ruta, llegando al final del recorrido de ida, donde solo queda mirar desde lejos la silueta de Buenos Aires, me topé con Rafel Ferro. Lo saludé como si fuéramos vecinos, con un toque de "cholulismo" que se trasluce en este texto. Ah! Y como en los últimos meses telefé está filmando justo en mi circuito, en el cruce de Del Barco Centenera y Lasalle, me cruzo con el elenco entero de Señores Papis (comentario bastante cursi, este).

Ya no digo corriendo, pero si volando, tengo encuentros más notables. Recuerdo un vuelo en USA, que subí junto a Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía. Y mucho más impresionante fue viajar, por casualidad en primera y estar sentado detrás de Gustavo Ceratti, que regresaba de Santiago de Chile junto a una joven, también famosa, pero que no recuerdo su nombre.

En fin, nomás quería dejar constancia de estos encuentros a las corridas, y aprovechar para contar algo ahora que retomo con ritmo, constancia y rutina mi entrenamiento.

domingo, 30 de marzo de 2014

Fortalecimiento

Hace unos 15 días, mas o menos, me hice un plan de entrenamiento de cara a la Maratón de Buenos Aires. No se si la voy a correr, desde ya aclaro, pero me quiero preparar como si lo fuera a hacer. Me lo propuse como meta para superar el dolor de la fascitis. Justo en un momento donde todas las decisiones que tomé empezaron a hacer efecto y a reducir el dolor de manera notable. Tan notable que me permite volver a correr distancias que solía recorrer cómodamente antes de dejar de recorrer por el insoportable dolor. El plan de entrenamiento consiste en tres fases. La primer fase, en la que estoy, se denomina fase de fortalecimiento. Esta fase consiste en correr 4 veces a la semana, y siempre con un un día de descanzo entre entrenamiento y entrenamiento (algo que no hacía). Un día 5 km a un promedio arriba de 6 minutos por km (trote) otros días a 5 o 9 (dependiendo del día) pero a un ritmo de 5:10-5:30 por km, y otras a un ritmo de 4:40-5:10. Con el nuevo entrenamiento hice nuevas adquisiciones.

Ya hace un tiempo, comencé a notar que la aplicación del celular fallaba. La de Nike+, por ejemplo, tenía problemas con el GPS: fallaba en medir las distancias y la misma distancia recorrida arrojaba diferentes mediciones, así que la reemplacé por otra aplicación con la que me construí el plan de entrenamiento. La nueva aplicación es bastante buena, porque permite administrarla y editarla desde la computadora de manera sencilla. Además construye un plan de entrenamiento en el calendario que podés exportar a Google Calendar fácilmente. El problema, al igual que la anterior, radica en que la aplicación del celular sigue teniendo problemas con el GPS. Por esa razón, establecí diferentes rutas predefinidas en los mapas (tipo Google Maps) de la aplicación de modo de tener certeza del kilometraje recorrido. Establecí con precisión que mi ruta diaria es de 9.3 (desde mi casa hasta el final de la ruta de asfalto bordeando el rio), establecí otra con una clara definición de 6,2 km (desde mi casa hasta Alvear ida y vuelta), otra de 10 km exactos, otra de 16 km y así. Con esta nueva organización, abandoné el celular para correr y evitar así la imperfección de cada medición por fallas en el GPS (además siempre era un problema cada vez que corría y alguien me llamaba por teléfono, interrumpiendo el entrenamiento y, por lo general, también el conteo de la aplicación que de por sí ya funcionaba mal).

Para poder establecer el ritmo exacto, entonces, me compré un reloj TIMEX Ironman. No pude hacer mejor compra. Puedo medir con un poco más de precisión lo que tardo en hacer una distancia, y no quedar librado a las aleatorias marcas que me registraba el celular (y que me hacían creer que era más rápida de lo que en realidad soy, o más lento de lo que debería). Junto al reloj, casualmente hoy, estrené unas nuevas zapatillas Mizuno Creation 13. Son algo raro, pero me resultó bastante cómoda para correr aunque por ahora algo dura en el talón. Por suerte, tengo las nuevas plantillas que están haciendo gran parte del trabajo de mi nueva sensación de "no dolor".

Con todo esto quizás quiera sugerir que ésta etapa de fortalecimiento la estoy acompañando de nuevas aplicaciones que incorporo, adicionalmente, a mi intento de nueva forma de correr. Todo ello para poder alcanzar una meta: correr la maratón de Buenos Aires. En medio de ello, también correr, ¿por qué no?, alguna carrera de 10k, de 16k y de 8k, y lo que se vaya poniendo en el medio mientras entreno y me preparo. Una etapa de fortalecimiento, como dice el plan de ASICS, que quizás se corresponda con una nueva etapa personal, más emocional, también de fortalecimiento.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Tarahumara

Ya terminé la segunda tanda de 10 sesiones de kinesiología y ese "dolor en el talón parecido al que produce la mordida de vampiro de las lesiones deportivas : fascitis plantar" continúa (McDougall, Nacidos Para Correr, p. 281). Dicen que "una vez que la fascitis plantar le clava los colmillos a uno en el talón, corre el riesgo de quedar infectado de por vida". El dolor afloja cuando uno corre y es insoportable por las mañanas, al despertar. Pero, he decidido seguir enfrentando el asunto, además de las plantillas que tengo que pasar a buscar, comencé a cambiar la forma de correr. No se si aguantaré mantener tanta conciencia mientras corro, pero ayer y hoy dieron resultado. Ayer unos 5 km, hoy unos 9 km. Despacio, disfrutando del regreso. Leia a Christopher McDougall: "cada vez que corrás, recuerda la sensación de la cuerda tensada. Ayudará a que mantengas los pies debajo de tu cuerpo, tus caderas dirigidas hacia delante y tus talones fuera de la imagen" (p. 285). Como corren los Tarahumaras o rarámuris, la Gente que Corre.

Al principio fue raro: mientras mantenía la postura, con la mirada hacia el frente, derecho y los pies apoyando en la media planta, además de mantener los brazos en 90° y moviéndolos al costado, noté que una pareja se reía cuando pasaba por delante de ellos. Y, la verdad, seamos honestos: a mi también me causaría gracia. La mayoría de las personas corren inclinados hacia delante, como cansados y arrastrando los piés. Probablemente, por más que hacia buenos tiempos, esa era mi forma cansada de correr. Quizás eso tuviera algo que ver con la lesión. Y según parece, es altamente probable que si. Sea como sea, aunque no lo crean o esté yo sugestionado, con la nueva "técnica" el dolor en el talón disminuyó considerablemente mientras corría. Por momentos no lo sentía y volví a apoyar el pié sin miedo. Traté en lo posible de apoyar la planta media del pie primero porque, aunque quisiera, caer con el talón con fuerza es doloroso aún. Y recordé el consejo de Ken Mierke (fisiólogo, triatleta campeón mundial): "si ves niños corriendo en el patio del recreo, notas cómo sus pies aterrizan justo debajo de ellos mismos y luego se impulsan hacia atrás. Los keniatas hacen los mismo. La manera en que corren  descalzos cuando están creciendo es asombrosamente similar a la manera en que corren de adultos" (p. 286).

Asi que en estos días me concentré en seguir el consejo: mirada al frente, brazos en 90°, caderas adelante, talones fuera de la visión. Creo que gané en sentir menos impacto en el talón, aunque continúo ayudando con hielo y con una pelotita con "pinches" que uso para masajear la planta del pié. La idea es seguir corriendo, rehabilitarme, y seguir corriendo, porque "uno  no deja de correr porque se hace viejo -dice el demonio-, uno se hace viejo porque deja de correr".

jueves, 20 de marzo de 2014

Pronadores, Neutros y Supinadores

El tema de la fascitis me llevó al traumatólogo. De ahí a kinesiología a hacer una buena fisioterapia. De ahí a un centro de rehabilitación deportiva, donde me hicieron un estudio de pisada. Complemento con ello la vivista a una osteópata que me está revisando desde la cabeza hasta la punta del pié. Pero todos conciden: buscar el calzad adecuado. Con la información que iba obteniendo empecé a leer blogs y foros de running. Uno de los que más leo es www.foroatlletismo.com. Ahí me puse al tanto del top 10 de zapatillas de corredores y de las diferentes recomendaciones según el tipo de pisada. Para pronadores severos unas, para leves otras, para neutros estas, y para supinadores aquellas. Me la pasé revisando ventajas y desventajas de zapatillas. Revisé mis viejas zapatillas y descubrí que el desgaste desparejo que sufrían estaba directamente relacionado con mi pisada y con mis dolencias. Tengo que cambiarlas urgente. De hecho unas de las zapatillas las tiré. Justo con las que corría más cómodo, según mi intuición. Me quedé con las Nike Dart 8, que compre hace unos años. Pero no son para mi pisada y me producen un dolor especial al costado de la canilla que esta vinculado con la pisada y el tipo de calzado. Así que revisando y revisando me puse al tanto de las zapatillas que mejor van con mi pisada (ver la imagen a la derecha: arco alto): pican en punta las Asics Nimbus 14 o 15 y las Cummulus 14-15. Están en el topo ten en calidad y en precio (asi que si alguien quiere hacerme un regalo, búsquenle por ahí). Otra del top ten es la  Mizuno Creation 13 (fue la que me compré) y la Mizuno Prorunner 15.  Luego si me arriesgo un poco las Asics GT 2000 (tiene muchos modelos atrevidos en colores) y finalmente las populares Nike Pegasus +30. Para acompañar, por su precio económico, las Asics Gel Excite. Ya estoy en tema, aprendí bastante estos meses acerca de zapatillas, pese a que hace 8 o más años que corro sistemáticamente. En esta búsqueda descubrí que hay que tomarse el tiempo para conseguir la zapatilla que más le conviene a uno. Se puede hacer un autotest en la página de Mizuno (ir al test)

sábado, 8 de marzo de 2014

No corro, no existo... no escribo

Hace tres semanas que no corro según el plan que me había propuesto. La fascitis plantar regresó con todo y tuve que parar. La primer semana de febrero corrí 60 kilómetros. Un muy buen promedio semanal, para alcanzar los 200 al mes. Pero, algo se rompió. El ultimo día de esa semana sentí que el pié derecho había estallado de dolor y ardor. Más preciso: el talón del pié derecho. Otra vez la fascitis!!! Paré tres semanas con mucho hielo a la noche. Descubrí un truco: congelar agua en botellas de 300 cm3 y rotarlas debajo de la planta del pié. Eso ayudó a calmar y sentí que el pié recuperaba. Así las cosas, el último domingo de febrero corrí de nuevo con mi hija mayor, sólo unos 4 km para probar. Pero al regresar no aguanté. Me ardía el talón nuevamente. Así que regresé al Traumatólogo y ahora a las sesiones de kinesiología. No corrí por tres semanas. Dejé de existir, dejé de escribir. Ayer me hice un estudio de pisada. Los resultados indican que tengo el arco vencido, aunque no tengo pié plano. Y el tobillo izquierdo ligeramente vencido hacia dentro. Tengo una pronunciada supinación, y se nota en el gastado del par de zapatillas que tuve que tirar, erosionadas, limadas del lado trasero externo. Esas características quizás sean, probablemente, la causa de la fascitis. Ahora estoy recuperando, un poco, ambos pies. Volví a correr entre el jueves y hoy dos veces, pero a las mañanas los pies duelen apenas piso. Sigo con el hielo hasta que siento que relajan un poco. Me están diseñando unas nuevas plantillas que podrían solucionar el problema. Espero poder volver a correr, a existir y a escribir.

martes, 4 de febrero de 2014

Vamos por los 200 km

Hace unos meses, comenté, cambié de ruta de entrenamiento. Debido al cambio, el mes de septiembre casi lo perdí y no pude correr mucho (Septiembre 72 km). Hice menos de 100 km. Estuve parado muchos días entre trámites y un poco de desgano. Para el mes siguiente, ya un poco más organizado, me encontré con más tiempo y ganas y me propuse llegar a 200 km por mes. Justo, ese mes, intenté usar un nuevo calzado: five fingers. Como no tuve cuidado y seguí corriendo distancias como cuando usaba el calzado normal, mi pie se resintió y tuve que reducir las distancias y la frecuencia de las corridas. Para poder recuperar el pié la kinesióloga prefería que parara directamente, pero no se opuso a que corra, aunque me obligó a abandonar la meta de 200 km al mes. Hoy, revisando un poco el desempeño de esos meses en la aplicación que uso para medir el tiempo y la distancia, encontré que hice las siguientes marcas:

Octubre 183 km
Noviembre 114 km
Diciembre 117 km
Enero 174 km

En noviembre y diciembre, la fascitis plantar me obligó a parar respecto de Octubre (ese mes estuve cerca de mi meta). En enero aceleré, aunque la estancia en México me tiró abajo el promedio de 50 km a la semana, y estuve cerca de nuevo. Al empezar febrero, nuevamente tengo la ilusión de hacer 200 km. Me propuse esa meta. Si corro 50 km a la semana llego. Esta primer semana, con dos días de corrida hice 24 km y algo. A este ritmo llego, pero no me tengo que descuidar. Me siento con energía y sin desordenes a la vista, así que aprovecharé estos días para ganarle a los posibles imponderables que surjan de aquí a fin de mes: como los fines de semanas con poca ganas o, quien sabe, un viaje repentino que te quite días para correr. A ver si lo logro. El clima está ideal. Al parecer, el calor mermó en la costa del Río de La Plata (toco madera).

domingo, 26 de enero de 2014

Una explicación multivariada del rendimiento para correr

Llegué al DF el domingo 19 a la noche. Me esperaba una agenda de proyectos de tesis, presentaciones de algunos resultados de investigaciones, etc. Me instalé en el Radisson Perisur, enfrente del conocido shopping que tiene el mismo nombre (Perisur), a una poca distancia del lugar donde tengo que ir a trabajar todos los días. Desde el Hotel miro el periférico, por un lado, que luce ahora un segundo piso a esta altura de su recorrido y detrás del periférico el Shopping, gigante. Al costado del shopping las lujosas casas que cuelgan del pequeño cerro que está al costado del pedregal y que caen sobre la calle Zacatepetl. Por el otro costado del Hotel veo el Bosque de Tlalpan a lo lejos. Se extiende entre el Bosque y el Hotel un barrio de casas inmensas, que van desde Insurgentes Sur hasta Zacateptl y terminan en esa gigantesca iglesia con forma de Arca. El barrio me resulta conocido, solía vivir a unas pocas cuadras de esta zona, por Insurgentes Sur y San Fernando, en un edificio que tenía una vista similar pero invertida. De modo que, al Bosque de Tlalpan, lo tengo visto de todos lados, se podría decir.

El lunes 20 me desperté, desayuné y me preparé para ir a correr, pero el día estaba medio tapado, el cielo no era el celeste rioplatense al que estoy acostumbrado y hacia un poco de frio. Me quedé en el gimnasio del Hotel, corrí en la cinta unos 5 km y luego me encerré 20 minutos en el Sauna a transpirar un poco más. Amo el sauna, y experimento un placer patológico, por decir, al transpirar en exceso. El martes repetí la rutina, por la mañana, aunque me aburri en la cinta y me bajé a los 20 minutos. El miercoles hice lo mismo, ya predispuesto a aburrirme a los 15. Y así, el jueves, directamente no me subí a la cinta y pasé al sauna. El Viernes me dio culpa, y subí a la cinta unos 20 minutos. El sábado no corrí ni siquiera en la cinta. Lo cierto es que no salí a correr. Hoy domingo, un poco menos presionado por llegar temprano a algún lugar y sin excusas para encerrarme en el gimnasio, salí rumbo al Bosque de Tlalpan.

Hice unos 13 km, contanto entre ir y volver. Salí por la lateral del periférico hasta Zacateptl, luego doblé a la izquierda (con la inmensa Iglesia en forma de Arca a mi derecha) y seguí esas pocas cuadras hasta la entrada al Bosque. Mucha gente iba caminando hacia mismo sitio. Ingresé al Bosque y ahí ya estaban los equipos de runner haciendo sus ejercicios, ya sea para empezar o después de haber corrido. Seguí hasta la primer pista, y ya empezaba a sentir la garganta y la boca seca. No había hecho ni 3 kilómetros, y la boca se me secó, mis fosas nasales también. El aire me resultaba duro. Llegué a la pista de 1 km que está en la base del Bosque. Mantuve mi ritmo y me subí a la ola de corredores que giraban en esa pista. hice unos doscientos metros y luego noté que empezaba a empinarse. Sentí que me costaba mucho. A los 400 metros vuelve a bajar, y termina plana al llegar de nuevo al inicio. Eso te da impulso para intentar otra vuelta, pero al llegar a los 200 metros vuelve a empinarse, nuevamente sentí que mi boca estaba extremadamente seca y que me costaba meter aire en los pulmones. Me dolía el pecho, sentía un dolor raro.

Di unas 8 vueltas a esa pista, y luego me detuve a elongar, tal y como me recomendó la kinesióloga para evitar otra vez una fascitis plantar. Regresé corriendo al hotel. Pero noté que me costó mucho y no pude entender bien porqué. La semana pasada había hecho más de 70 kilómetros y estaba en excelentes condiciones. Mi modorra de cinco días no puede haber sido la causa de tan pésimo rendimiento. Obviamente, reparé que las condiciones del contexto eran otras. La semana anterior corrí a nivel del mar, con altas temperaturas y mucha humedad. Ahora estoy exactamente en las condiciones contrarias: a 2600 metros por encima del nivel del mar, la ruta es empinada, las temperaturas son más bajas y el clima es muy seco. Agreguémosle a eso que el aire del D. F. no es el aire al que estoy acostumbrado a orillas del Río de La Plata. ¿cuál será el peso explicativo de cada una de esas variables en mi rendimiento? Pensé un rato en eso. Traté de asignar el porcentaje en el que contribuyen cada una de esas 4 variables. En principio, se que la temperatura influye, porque manteniendo todos los demás factores constantes, en invierno corro menos y me cuesta más que en verano, además el aire frío me produce cierto dolor al respirar en los orificios nasales (incluso después de operado). La altura, desde luego, debe jugar un papel importante. Todos los deportistas de alto rendimiento, incluso, lo notan. La falta de humedad del aire puede que tenga un efecto directo en mi boca y en el espesor de la saliva, no tengo duda. La contaminación del aire es más dificil de calcular.

Regresé al hotel, me tomé un litro de agua. Me metí en el sauna. Y al regresar me costó sentarme a escribir, aunque sentía que debía hacerlo a pesar de que algo me estaba produciendo modorra (quizás la altura, la sequedad del clima, el frio o la contaminación, también). Pero, al igual que vencí hoy la tendencia a quedarme encerrado en el hotel subiéndome a la cinta, vine y traté de vencer esa modorra que me detenía al escribir. Corro, luego escribo...

martes, 14 de enero de 2014

Ese es tu Walkman?


El calor había aflojado respecto de la oleada de la semana pasada. En enero hace calor, de todos modos. Pero unos 9 grados menos, era desde luego un alivio. Subió al colectivo. Miró hacia el fondo. Encontró un asiento vacío del lado del sol. Hubiese querido uno del lado de la sombra. Miró de costado, pero se sentó con determinación. Quizás, de tanto inspeccionar, el pasajero que venía detrás de él lograra quedarse con ese asiento. Llevaba un bolso tipo maletín de color negro. Se acomodó en el asiento y colocó el bolso sobre sus piernas. Lo abrió y metió una de sus manos. Revolvió "en ciego" el interior del bolso y sacó, desde adentro como si fuera la galera de un mago, un aparato que sólo los curiosos de edad mediana reconocieron. Era un walkman: una caja de plástico negra, con una tapa lateral que se abría y en la cual se introducía un rectángulo de plástico que contenía una cinta sonora, llamado cassette. Al verlo, un pasajero que lo observaba inmóvil y fascinado, pensó : "uy! que se habrán hecho mis TDK´s ".

Adicionalmente, sacó un cable largo y enrrollado, que unían uno redondos auriculares, un poco más grandes que el tamaño de una oreja, unidos por una cinta dura de metal que tenía la forma ovalada del cráneo (de los que tienen un cráneo ovalado, por supuesto). Desenrrolló el cable, cogió los auriculares. Conectó la ficha en un orificio de la caja de plástico y apretó con fuerza en dos ocasiones un botón cuadrado que tenía el símbolo ►(play). Frunció el seño! Algo no sonaba bien en sus auriculares. Respiró como quejoso y cansado o hastiado. Miró por la ventana como si enfrente tuviera un horizonte llano, aunque en realidad su vista se topara con otro colectivo en paralelo. No se conformó, al parecer con lo que escuchaba, apretó otra tecla y se escuchó un "clack"" como si la tapa cuadrada fuera a salirse o volar. No se asustó ni se alarmó, tenía la seguridad del que conoce lo que está haciendo. Volvió a apretar otro botón que tenía el símbolo ►► (FF). El pasajero que estaba parado y lo miraba inmóvil y fascinado, sintió un ruido seco y áspero. El cassette pasaba a mayor velocidad consumiendo las baterías del aparato. Ambos pensaban --sin saber que pensaban al unísono, pero sospechándolo ciertamente-- que quizás convendría utilizar una lapicera tipo bic para realizar esa tarea y evitar consumir las baterías. Sin querer cruzaron las miradas. Nadie dijo nada.

Calculó la velocidad del aparto y nuevamente se escuchó un "clack!" producido por la presión de otro botón que tocó [■ (stop)]. Nuevamente pulsó el botón con el símbolo ►(play). Una fresca sonrisa subió por el cable a sus oídos y terminó por instalarse en su boca. La línea de la comisura de los labios se extendió un par de centímetros, el ceño dejó de estar fruncido y se estiró lizo, por fin. Apoyó su cabeza sobre la ventana del colectivo. Cogió con su mano izquierda el walkman y lo sostuvo con confianza. La palma de la mano pequeña y redonda, estaba rodeada de cinco dedos gruesos y carnosos que parecían hinchados, las uñas crecidas, pero cuidadas con detalle, daban la impresión de una persona limpia y meticulosa. El colectivo dobló y el sol se metió por la ventana transparente. Pensó en su mujer. Pensó en el trabajo. Pensó en que habrá sido de la vida de aquella compañera de primaria que tanta vergüenza le producía mirarla. Pensó en cómo haría para pagar las cuentas. Pensó... un rato. Paró de pensar. Iba a ser un día largo, caluroso y había que empezarlo con un poco de Música.

miércoles, 8 de enero de 2014

Sacar la Capital de CABA (4 de enero de 2010)

El 4 de Enero de 2010, escribí en otro Blog lo siguiente sobre la capital en Buenos Aires. El post se llamaba "Federales, Unitarios y La Capital Federal o Unitaria". Hoy se reavivó el tema. Y dale..... De vacaciones, leyendo de todo un poco, me colgué con la batalla de Cepeda (1820), producto inmediato de la constitución "unitarisima" de 1919. Luego pasé a Caseros (1852), la otra gran batalla entre el interior y los porteños. Luego a Cepeda II (1858) y la resistencia de los porteños (el Estado de Buenos Aires) para sumarse a la Confederación, a pesar de haber firmado el Pacto de San José de Flores (que ahora es Flores, que por entonces no pertencia a la ciudad de Buenos Aires). Y finalmente, la batalla de Pavón (1861) y el inexplicable retiro de Urquiza cediéndole todo el poder a Mitre. Si hasta ese momento habia un ida y vuelta entre federales y unitarios, luego de Pavón y el asenso de Mitre, definitivamente los unitarios porteños logran imprimirle al país su sello.

Pero una cosa me llevó a la otra e, inevitablemente, terminé en la Ciudad de Buenos Aires y su conversión en Capital de la ahora denominada Nación Argentina. Y me encontré con que hubo muchos intentos de cambiar la sede del gobierno nacional hacia cualquier otro lugar de este vasto territorio de las Provincias Unidas del Sur (como me gusta decir cuando canto el himno).

La ciudad de Rosario, es la que mas veces fue candidata. Lo curioso es que el congreso de la nación lograba aprobar su traslado y los presidentes vetaban el proyecto. La unica excepción, ha sido la Ley 23.512 que determina como distrito federal a Viedma-Carmen de Patagones, y que todavia está vigente.Veamos en forma apretada el asunto.

Los primeros proyectos de trasladar la Capital Federal fuera de la Ciudad de Buenos Aires se remontan al siglo XIX. En 1868 el Presidente Bartolomé Mitre vetó la Ley 252, que pretendía mudar la capital a la ciudad de Rosario.

Domingo Faustino Sarmiento también vetó dos leyes que pretendían mudarla también a Rosario: la Ley 294 en 1869 y la 620 en 1873. Y otra vez, en 1870, vetó otro intento del congreso (ley 462), que pretendía trasladarla a Villa María.

En el siglo XX, El 3 de mayo de 1972, el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse dictó el decreto-ley 19.610, el cual declaraba la necesidad de trasladar la Capital de la Nación fuera de la Ciudad de Buenos Aires.

Y el 27 de mayo de 1987, durante la presidencia del Dr. Raúl Alfonsín el Congreso de la Nación sancionó la ley 23.512 en la que se declara como la nueva Capital Federal a los núcleos urbanos erigidos y por erigirse en un futuro en el área de las ciudades de Viedma, Carmen de Patagones y Guardia Mitre (Distrito Federal de Viedma - Carmen de Patagones), cedido por las Legislaturas de las provincias de Buenos Aires y Río Negro.

Para cumplir con el proyecto, el 21 de julio de 1987, a través del decreto 1156, se creó el Ente para la Construcción de la Nueva Capital - Empresa del Estado (ENTECAP). Con el proyecto de traslado de la capital se abrió un debate sobre la eventualidad de que la Ciudad de Buenos Aires retornara a la jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires, lo que se resolvió con el artículo 6º de la ley 23.512, el cual establecía la provincialización de la ciudad una vez que las autoridades federales estuvieran radicadas en su nueva sede y que se debería convocar a una Convención Constituyente para organizar sus instituciones. Cuando Carlos Saúl Menem asumió la presidencia, en 1989, decidió disolver el ENTECAP.

Sin embargo la Ley 23.512 aún está vigente ya que nunca fue derogada por el Congreso. El 31 de julio de 2009 dos diputados nacionales presentaron un proyecto de resolución en el Congreso argentino en donde se solicita al Poder Ejecutivo de la Nación que cumpla con lo establecido en la ley 23.512 y materialice el traslado de la Capital Federal.

lunes, 6 de enero de 2014

El día que más corrí

Hoy fue el día que más corrí en mi vida, pero no se porqué ya no quise venir al blog y escribir algo. Corrí casi 30 kilómetros (28.7) unos 14 a la mañana y unos 14 a la tarde. Antes de salir a correr a la mañana, recibí una llamada desafortunada. De esas que, creo incluso, quien las hace se arrepiente. Fue sin querer, queriendo (como decía ese entrañable personaje). Salir a correr me evita hundirme en las profundidades de la angustia, que pensé había superado los primero días de diciembre, y que hoy retornó con fuerza. Googlié la palabra angustia y encontré su definición. Luego me fui al trabajo. No había casi nadie, salvo los miembros del departamento de Economía, que al parecer tienen la costumbre de estar en enero en la universidad. Pagué mis cuentas, muchas cuentas pendientes. Analicé la evolución de mis gastos para este año. Estudié como podría evolucionar el monto de la tarjeta de crédito que me pone en rojo todos los meses. Analicé la estructura de ingresos proyectada para este año. Me puse a leer esta novela que tengo hace un par se semanas en las manos (1Q84 libro 1 y 2). Almorcé una ensalada. Regresé a mi oficina, hice un par de videoconferencias por skype para organizar unas clases. Y a las 17 regresé a mi departamento. Seguí leyendo hasta las 18 y me fui a correr nuevamente. Saludé a Ruffino y Florencia que estaban en la entrada del edificio. Corrí de nuevo unos 14 km. Esta vez sentí que sudé más que a la mañana. De regreso, sentí que volvía a mi equilibrio. "Mi terapeuta esta de vacaciones, de modo que quizás deba compensar con dobles rutinas de running su ausencia", pensé riéndome. Ya estaba mejor. Tomé mucho jugo frío al regresar. Me bañe y me quedé secándome de bajo del aire acondicionado y el ventilador encendidos. Noté que mis pies estaban bárbaros: la fascitis plantar desapareció luego de todas las sesiones de kinesiología. Hablé por teléfono. Saludé a amigos y amigas que se iban de vacaciones. Destapé una cerveza, que estaba abierta de ayer a la noche cuando cenamos con Luciana y Julián, porque Camila se había quedado dormida. Me tomé la chela, seguí leyendo el segundo libro de Murakami: 1Q84 (llegué a la página 720). Justo cuando Aomame y Tengo por fin, después de toda una vida de pensarse, quizás se vuelvan a cruzar. Ahora espero que sean las 22:00 horas y ver "Escobar: El Patrón de mal". Y ... el aire freso del ventilador y del aire, mientras tanto, completan este estado de equilibrio inestable, pero placentero al fin y al cabo. Hoy fue el día que más corrí en mi vida.

Abejas Reinas

Marío Antonio se jactaba a viva voz que era bueno en los deportes colectivos. No sólo manifestaba ser bueno en los deportes colectivos; adicionalmente esgrimía la superioridad ética y moral de quienes practican deportes colectivos por encima de quienes, como nosotros los corredores solitarios, hacemos ejercicios físicos o entrenamientos individuales. Sin lugar a dudas, correr era algo que estaba muy por debajo de la escala ética y deportiva a los ojos de Mario Antonio. Pero sea o no que los deportes colectivos estuvieran encima de los deportes que se practican individualmente, lo cierto es que Mario Antonio se había acostumbrado en su equipo a ser el jugador estrella. Se sentía querido, halagado, festejado, admirado, necesitado y, sobre todas las cosas, el centro del equipo. A lo largo de su vida se había "empoderado" en el equipo, como suelen decir ahora las sociólogas. Como la mayoría de las cosas que se impregnan en cada uno de nosotros de manera indeleble y en lo más profundo del inconsciente, Mario Antonio no podía darse cuenta que su placer de practicar "deportes colectivos" (aunque solo había jugado en su equipo) radicaba en su lugar de abeja reina. Para el, su vida en el equipo era igual que la vida de los demás en el equipo. Y, obviamente, como suele suceder en las colmenas no hay lugar para dos abejas reinas.

Eso era muy claro en otros ordenes de la vida, aunque como la mayoría de las cosas que se impregnan en cada uno de nosotros de manera indeleble y en lo más profundo del inconsciente, Mario Antonio no lo veía de ese modo. Si bien no faltaba la referencia en sus conversaciones más informales que era bueno en los deportes colectivos, tenía serios problemas para integrarse en "equipos" sociales, laborales, grupales en donde no tuviera el rol que tenía en "su equipo" de toda la vida. Obviamente, tenía la virtud de deshacerse de quienes pudieran quitarle ese rol o bien intentando disolver los equipos en donde ese rol no se le asignara. Tenía esa virtud de líder positivo y creativo allí donde se lo dieran y se subordinaran a su carisma situacional, por decirlo de algún modo, y el defecto del miembro negativo y destructivo allí donde no. Eso si, conservaba la sonrisa (y diría que la ampliaba y lo hacía más bello aún) cuando sentía ese inmenso poder de acabar con lo que no se le sometiera. Como una bella y todopoderosa abeja reina.