miércoles, 11 de diciembre de 2013

Lala y Lula

Lala era hija de padres brasileros y Lula de padres argentinos, pero ambas habían nacido en el año 2005 en el Distrito Federal, en México. Lala en el norte de la ciudad, Lula en el sur de esa misma ciudad. Sin embrago, fue mucho tiempo después que se conocieron. Sus respectivos padres se mudaron a Buenos Aires, cada uno con sus historias, motivos y razones cerca del 2006/2007. Cuando ellas tenían, más o menos, 3 años se conocieron por intermedio de sus hermanas mayores, que iban al mismo colegio y compartían el mismo grado. Como vivían cerca habían construido una amistad diferente. Algunas veces dormían las cuatro en casa de Lula, y otras veces las cuatro en casa de Lala. Cuando Lula y Lala comenzaron la primaria también fueron compañeras. No eran compañeras de colegio, exclusivamente. Tenían un código compartido que las mantenía cercanas. Por más que no eran de jugar juntas en los recreos ni de tener fascinación una por otra, se querían como esas personas que tienen una relación larga y duradera.

Cuando terminaron segundo grado, en el acto del colegio, Lula recibió algunas medallas por diferentes habilidades. Y fue ahí cuando pude observar la nobleza de Lala y el vinculo que habían desarrollado con Lula. Cada vez que Lula era nombrada, Lala la miraba y aplaudía con entusiasmo y convicción. Lula regresaba y Lala la abrazaba. Fue un segundo, cuando Lala le hablaba a Lula, y la abrazaba contenta y emocionada. Al terminar el acto, ya cuando es difícil mantener la atención, las dos se fundieron en un abrazo amistoso, noble, sincero. Y fue ahí, que me di cuenta que sin alardes, sin gritos al viento, sin proclamarlo, sin exagerarlo, eran muy buenas amigas.  No necesitaban decírselo una a otra y hasta, quizás, ni se reconocerían como tales. Pero bastaba ver la cara de contenta de Lala, por la alegría de Lula, que entendí que eso era la amistad verdadera.

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