domingo, 7 de abril de 2013

La Plata 1

El martes cayeron más de 350 mm en La Plata. Se inundó Tolosa, donde vive la abuela de mi mujer de 94 años (la abuela tiene 94, no mi mujer; aclaro!). Por suerte no le pasó nada a ella. Tan solo un metro y medio de agua en la casa con pérdidas de muchos objetos afectivamente invaluables de la familia. Ese día pasó de todo, además se incendió la refinería de YPF y la combustión dejó muchas casas sucias con una sustancia negra. La piscina de mi suegro estaba tapada por una película negra, y el departamento de mi suegra tenía las paredes exteriores del lavadero chorreadas por una sustancia que parecía brea. Mi mujer, que a esta altura del relato es obvio que es oriunda de La Plata, se movilizó enseguida. De aquí para allá. Posteamos en facebook el jueves que estábamos juntando cosas, y tuvimos la respuesta de muchos amigos, conocidos y allegados. Mi hermano Pablo, por ejemplo, enseguida difundió en el colegio donde él es profesor y para el viernes habían juntado de todo. Lo mismo en el colegio de mis hijas. Vecinos, que no se como se enteraron, vinieron a ofrecer ayuda. Para el viernes teníamos el living de mi casa lleno de bolsas, ya clasificadas. Llamé a un flete, para llevar todo eso, pero el costo era oneroso (mil pesos). Así que decidí que lo llevábamos nosotros. Hablé con conocidos/as que al principio se sumaban, pero luego por una cosa o la otra, finalmente no quisieron venir a La Plata.

Así que el sábado desarmamos los asientos de los autos de mi mujer y mío y los cargamos. Noté que estoy ligeramente viejo, porque mi cintura quedó a la miseria. Llamamos un par de fletes pequeños, y los cargamos también. Nos fuimos a La Plata. El día allí estaba hermoso. Llegamos a la facultad de Humanidades, de la UNLP, donde nos recibió la secretaria académica. Estudiantes y profesores nos ayudaron a descargar. Inmediatamente cargaban un auto para llevar al hospital de niños o a cualquier sitio de la ciudad que permanecían invisibles, porque no estaban siendo de la atención de los medios de comunicación. Y allí bajamos todas las donaciones que amigos, padres de compañeros/as de mis hijas y conocidos hicieron.

Más o menos, así fueron las cosas. Ahora bien, hay muchas anécdotas sobre la condición humana que no quiero dejar pasar pero saturarían una entrada en el blog. La primera de todas estas es que había mucha gente con ganas de hacer cosas para ayudar a los demás y se comprometía. Vi estudiantes trabajando juntos, vi jóvenes de partidos políticos poniendo el cuerpo y las manos, o cebando un mate, como dice mi mujer. Gente en la catedral de La Plata, frente a la plaza Moreno. En diferentes clubes, parroquias y organizaciones barriales y sociales, etc. En los comités y unidades básicas.  En Tolosa, gente lavando el auto y esperando que se secara. Lavando los pisos de las casas, secando sus pertenencias. Fuimos a dar una mano a unos amigos y vimos por donde había estado la línea de agua. La gente de buen humor, trabajando.

Vimos mucha gente sin excusa haciendo cosas, con banderas o sin banderas. Con pertenencias o sin pertenencias, lo importante era que muchos dejaban la comodidad de un día sábado o domingo para estar ayudando a gente que no conocía. Solidaridad impersonal, sin temor al otro que no conocían. Creo que, independientemente de las críticas que se puedan hacer a unos u a otros, merecen ser destacados e imitados, tengan la camiseta que tengan. Después postearé anécdotas positivas y negativas, pero quería destacar que cuando veo la gente así me siento feliz.

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