lunes, 27 de agosto de 2012

Algo que ver con el hipódromo...

Salía de dar clases. Entregué en recepción el listado de asistencia de los estudiantes. La persona que me los recibió me miró y me dijo: -Reynoso, ¿tenés algo que ver con el hipódromo de San Isidro?
Me detuve un segundo, pero mi sonrisa no podía ocultar la  alegría que tenía de ser relacionado con el hipodromo:
-Si! -le dije- Vivo a una cuadra el hipódromo.
-¿Vos vivis por ahí? -le repregunté.
-No. siempre voy con mi mujer a pasear -Me dijo. Y continuó, para mi orgullo, con el siguiente relato:
un domingo venía con mi mujer, con quien siempre vamos a caminar. Estacionamos el auto en el padok, y damos la vuelta caminando. Mi mujer está operada, así que vamos para ayudar a su rehabilitación. Y un día vi a un tipo corriendo. Pensé -prosiguió con su relato- ¡a este tipo lo conozco! Volví otro día y de nuevo. Otra tarde, y también. Y hace unos días te vi.... y dije, Ah! ya se quien es. Este es Reynoso, le dije a mi mujer.

Paró el relato. Se sonrrió al ver que era yo. Y ahora si, me preguntó: -sos vos, no?
Y yo, con una emoción enorme, y con el pecho lleno de orgullo rodeado de algunos estudiantes de doctorado, respondí: -sí, soy yo. Corro todos los días por el hipódromo.

Se dió vuelta y les dijo a las otras dos personas que estaban en recepción: -este corre de verdad, eh! siempre lo veo y va a mil!

Salí del edificio, caminé por la vereda de noche, con un poco de frío, con la sensación de que por fin me reconocían por mi naturaleza.

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