domingo, 26 de enero de 2014

Una explicación multivariada del rendimiento para correr

Llegué al DF el domingo 19 a la noche. Me esperaba una agenda de proyectos de tesis, presentaciones de algunos resultados de investigaciones, etc. Me instalé en el Radisson Perisur, enfrente del conocido shopping que tiene el mismo nombre (Perisur), a una poca distancia del lugar donde tengo que ir a trabajar todos los días. Desde el Hotel miro el periférico, por un lado, que luce ahora un segundo piso a esta altura de su recorrido y detrás del periférico el Shopping, gigante. Al costado del shopping las lujosas casas que cuelgan del pequeño cerro que está al costado del pedregal y que caen sobre la calle Zacatepetl. Por el otro costado del Hotel veo el Bosque de Tlalpan a lo lejos. Se extiende entre el Bosque y el Hotel un barrio de casas inmensas, que van desde Insurgentes Sur hasta Zacateptl y terminan en esa gigantesca iglesia con forma de Arca. El barrio me resulta conocido, solía vivir a unas pocas cuadras de esta zona, por Insurgentes Sur y San Fernando, en un edificio que tenía una vista similar pero invertida. De modo que, al Bosque de Tlalpan, lo tengo visto de todos lados, se podría decir.

El lunes 20 me desperté, desayuné y me preparé para ir a correr, pero el día estaba medio tapado, el cielo no era el celeste rioplatense al que estoy acostumbrado y hacia un poco de frio. Me quedé en el gimnasio del Hotel, corrí en la cinta unos 5 km y luego me encerré 20 minutos en el Sauna a transpirar un poco más. Amo el sauna, y experimento un placer patológico, por decir, al transpirar en exceso. El martes repetí la rutina, por la mañana, aunque me aburri en la cinta y me bajé a los 20 minutos. El miercoles hice lo mismo, ya predispuesto a aburrirme a los 15. Y así, el jueves, directamente no me subí a la cinta y pasé al sauna. El Viernes me dio culpa, y subí a la cinta unos 20 minutos. El sábado no corrí ni siquiera en la cinta. Lo cierto es que no salí a correr. Hoy domingo, un poco menos presionado por llegar temprano a algún lugar y sin excusas para encerrarme en el gimnasio, salí rumbo al Bosque de Tlalpan.

Hice unos 13 km, contanto entre ir y volver. Salí por la lateral del periférico hasta Zacateptl, luego doblé a la izquierda (con la inmensa Iglesia en forma de Arca a mi derecha) y seguí esas pocas cuadras hasta la entrada al Bosque. Mucha gente iba caminando hacia mismo sitio. Ingresé al Bosque y ahí ya estaban los equipos de runner haciendo sus ejercicios, ya sea para empezar o después de haber corrido. Seguí hasta la primer pista, y ya empezaba a sentir la garganta y la boca seca. No había hecho ni 3 kilómetros, y la boca se me secó, mis fosas nasales también. El aire me resultaba duro. Llegué a la pista de 1 km que está en la base del Bosque. Mantuve mi ritmo y me subí a la ola de corredores que giraban en esa pista. hice unos doscientos metros y luego noté que empezaba a empinarse. Sentí que me costaba mucho. A los 400 metros vuelve a bajar, y termina plana al llegar de nuevo al inicio. Eso te da impulso para intentar otra vuelta, pero al llegar a los 200 metros vuelve a empinarse, nuevamente sentí que mi boca estaba extremadamente seca y que me costaba meter aire en los pulmones. Me dolía el pecho, sentía un dolor raro.

Di unas 8 vueltas a esa pista, y luego me detuve a elongar, tal y como me recomendó la kinesióloga para evitar otra vez una fascitis plantar. Regresé corriendo al hotel. Pero noté que me costó mucho y no pude entender bien porqué. La semana pasada había hecho más de 70 kilómetros y estaba en excelentes condiciones. Mi modorra de cinco días no puede haber sido la causa de tan pésimo rendimiento. Obviamente, reparé que las condiciones del contexto eran otras. La semana anterior corrí a nivel del mar, con altas temperaturas y mucha humedad. Ahora estoy exactamente en las condiciones contrarias: a 2600 metros por encima del nivel del mar, la ruta es empinada, las temperaturas son más bajas y el clima es muy seco. Agreguémosle a eso que el aire del D. F. no es el aire al que estoy acostumbrado a orillas del Río de La Plata. ¿cuál será el peso explicativo de cada una de esas variables en mi rendimiento? Pensé un rato en eso. Traté de asignar el porcentaje en el que contribuyen cada una de esas 4 variables. En principio, se que la temperatura influye, porque manteniendo todos los demás factores constantes, en invierno corro menos y me cuesta más que en verano, además el aire frío me produce cierto dolor al respirar en los orificios nasales (incluso después de operado). La altura, desde luego, debe jugar un papel importante. Todos los deportistas de alto rendimiento, incluso, lo notan. La falta de humedad del aire puede que tenga un efecto directo en mi boca y en el espesor de la saliva, no tengo duda. La contaminación del aire es más dificil de calcular.

Regresé al hotel, me tomé un litro de agua. Me metí en el sauna. Y al regresar me costó sentarme a escribir, aunque sentía que debía hacerlo a pesar de que algo me estaba produciendo modorra (quizás la altura, la sequedad del clima, el frio o la contaminación, también). Pero, al igual que vencí hoy la tendencia a quedarme encerrado en el hotel subiéndome a la cinta, vine y traté de vencer esa modorra que me detenía al escribir. Corro, luego escribo...

martes, 14 de enero de 2014

Ese es tu Walkman?


El calor había aflojado respecto de la oleada de la semana pasada. En enero hace calor, de todos modos. Pero unos 9 grados menos, era desde luego un alivio. Subió al colectivo. Miró hacia el fondo. Encontró un asiento vacío del lado del sol. Hubiese querido uno del lado de la sombra. Miró de costado, pero se sentó con determinación. Quizás, de tanto inspeccionar, el pasajero que venía detrás de él lograra quedarse con ese asiento. Llevaba un bolso tipo maletín de color negro. Se acomodó en el asiento y colocó el bolso sobre sus piernas. Lo abrió y metió una de sus manos. Revolvió "en ciego" el interior del bolso y sacó, desde adentro como si fuera la galera de un mago, un aparato que sólo los curiosos de edad mediana reconocieron. Era un walkman: una caja de plástico negra, con una tapa lateral que se abría y en la cual se introducía un rectángulo de plástico que contenía una cinta sonora, llamado cassette. Al verlo, un pasajero que lo observaba inmóvil y fascinado, pensó : "uy! que se habrán hecho mis TDK´s ".

Adicionalmente, sacó un cable largo y enrrollado, que unían uno redondos auriculares, un poco más grandes que el tamaño de una oreja, unidos por una cinta dura de metal que tenía la forma ovalada del cráneo (de los que tienen un cráneo ovalado, por supuesto). Desenrrolló el cable, cogió los auriculares. Conectó la ficha en un orificio de la caja de plástico y apretó con fuerza en dos ocasiones un botón cuadrado que tenía el símbolo ►(play). Frunció el seño! Algo no sonaba bien en sus auriculares. Respiró como quejoso y cansado o hastiado. Miró por la ventana como si enfrente tuviera un horizonte llano, aunque en realidad su vista se topara con otro colectivo en paralelo. No se conformó, al parecer con lo que escuchaba, apretó otra tecla y se escuchó un "clack"" como si la tapa cuadrada fuera a salirse o volar. No se asustó ni se alarmó, tenía la seguridad del que conoce lo que está haciendo. Volvió a apretar otro botón que tenía el símbolo ►► (FF). El pasajero que estaba parado y lo miraba inmóvil y fascinado, sintió un ruido seco y áspero. El cassette pasaba a mayor velocidad consumiendo las baterías del aparato. Ambos pensaban --sin saber que pensaban al unísono, pero sospechándolo ciertamente-- que quizás convendría utilizar una lapicera tipo bic para realizar esa tarea y evitar consumir las baterías. Sin querer cruzaron las miradas. Nadie dijo nada.

Calculó la velocidad del aparto y nuevamente se escuchó un "clack!" producido por la presión de otro botón que tocó [■ (stop)]. Nuevamente pulsó el botón con el símbolo ►(play). Una fresca sonrisa subió por el cable a sus oídos y terminó por instalarse en su boca. La línea de la comisura de los labios se extendió un par de centímetros, el ceño dejó de estar fruncido y se estiró lizo, por fin. Apoyó su cabeza sobre la ventana del colectivo. Cogió con su mano izquierda el walkman y lo sostuvo con confianza. La palma de la mano pequeña y redonda, estaba rodeada de cinco dedos gruesos y carnosos que parecían hinchados, las uñas crecidas, pero cuidadas con detalle, daban la impresión de una persona limpia y meticulosa. El colectivo dobló y el sol se metió por la ventana transparente. Pensó en su mujer. Pensó en el trabajo. Pensó en que habrá sido de la vida de aquella compañera de primaria que tanta vergüenza le producía mirarla. Pensó en cómo haría para pagar las cuentas. Pensó... un rato. Paró de pensar. Iba a ser un día largo, caluroso y había que empezarlo con un poco de Música.

miércoles, 8 de enero de 2014

Sacar la Capital de CABA (4 de enero de 2010)

El 4 de Enero de 2010, escribí en otro Blog lo siguiente sobre la capital en Buenos Aires. El post se llamaba "Federales, Unitarios y La Capital Federal o Unitaria". Hoy se reavivó el tema. Y dale..... De vacaciones, leyendo de todo un poco, me colgué con la batalla de Cepeda (1820), producto inmediato de la constitución "unitarisima" de 1919. Luego pasé a Caseros (1852), la otra gran batalla entre el interior y los porteños. Luego a Cepeda II (1858) y la resistencia de los porteños (el Estado de Buenos Aires) para sumarse a la Confederación, a pesar de haber firmado el Pacto de San José de Flores (que ahora es Flores, que por entonces no pertencia a la ciudad de Buenos Aires). Y finalmente, la batalla de Pavón (1861) y el inexplicable retiro de Urquiza cediéndole todo el poder a Mitre. Si hasta ese momento habia un ida y vuelta entre federales y unitarios, luego de Pavón y el asenso de Mitre, definitivamente los unitarios porteños logran imprimirle al país su sello.

Pero una cosa me llevó a la otra e, inevitablemente, terminé en la Ciudad de Buenos Aires y su conversión en Capital de la ahora denominada Nación Argentina. Y me encontré con que hubo muchos intentos de cambiar la sede del gobierno nacional hacia cualquier otro lugar de este vasto territorio de las Provincias Unidas del Sur (como me gusta decir cuando canto el himno).

La ciudad de Rosario, es la que mas veces fue candidata. Lo curioso es que el congreso de la nación lograba aprobar su traslado y los presidentes vetaban el proyecto. La unica excepción, ha sido la Ley 23.512 que determina como distrito federal a Viedma-Carmen de Patagones, y que todavia está vigente.Veamos en forma apretada el asunto.

Los primeros proyectos de trasladar la Capital Federal fuera de la Ciudad de Buenos Aires se remontan al siglo XIX. En 1868 el Presidente Bartolomé Mitre vetó la Ley 252, que pretendía mudar la capital a la ciudad de Rosario.

Domingo Faustino Sarmiento también vetó dos leyes que pretendían mudarla también a Rosario: la Ley 294 en 1869 y la 620 en 1873. Y otra vez, en 1870, vetó otro intento del congreso (ley 462), que pretendía trasladarla a Villa María.

En el siglo XX, El 3 de mayo de 1972, el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse dictó el decreto-ley 19.610, el cual declaraba la necesidad de trasladar la Capital de la Nación fuera de la Ciudad de Buenos Aires.

Y el 27 de mayo de 1987, durante la presidencia del Dr. Raúl Alfonsín el Congreso de la Nación sancionó la ley 23.512 en la que se declara como la nueva Capital Federal a los núcleos urbanos erigidos y por erigirse en un futuro en el área de las ciudades de Viedma, Carmen de Patagones y Guardia Mitre (Distrito Federal de Viedma - Carmen de Patagones), cedido por las Legislaturas de las provincias de Buenos Aires y Río Negro.

Para cumplir con el proyecto, el 21 de julio de 1987, a través del decreto 1156, se creó el Ente para la Construcción de la Nueva Capital - Empresa del Estado (ENTECAP). Con el proyecto de traslado de la capital se abrió un debate sobre la eventualidad de que la Ciudad de Buenos Aires retornara a la jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires, lo que se resolvió con el artículo 6º de la ley 23.512, el cual establecía la provincialización de la ciudad una vez que las autoridades federales estuvieran radicadas en su nueva sede y que se debería convocar a una Convención Constituyente para organizar sus instituciones. Cuando Carlos Saúl Menem asumió la presidencia, en 1989, decidió disolver el ENTECAP.

Sin embargo la Ley 23.512 aún está vigente ya que nunca fue derogada por el Congreso. El 31 de julio de 2009 dos diputados nacionales presentaron un proyecto de resolución en el Congreso argentino en donde se solicita al Poder Ejecutivo de la Nación que cumpla con lo establecido en la ley 23.512 y materialice el traslado de la Capital Federal.

lunes, 6 de enero de 2014

El día que más corrí

Hoy fue el día que más corrí en mi vida, pero no se porqué ya no quise venir al blog y escribir algo. Corrí casi 30 kilómetros (28.7) unos 14 a la mañana y unos 14 a la tarde. Antes de salir a correr a la mañana, recibí una llamada desafortunada. De esas que, creo incluso, quien las hace se arrepiente. Fue sin querer, queriendo (como decía ese entrañable personaje). Salir a correr me evita hundirme en las profundidades de la angustia, que pensé había superado los primero días de diciembre, y que hoy retornó con fuerza. Googlié la palabra angustia y encontré su definición. Luego me fui al trabajo. No había casi nadie, salvo los miembros del departamento de Economía, que al parecer tienen la costumbre de estar en enero en la universidad. Pagué mis cuentas, muchas cuentas pendientes. Analicé la evolución de mis gastos para este año. Estudié como podría evolucionar el monto de la tarjeta de crédito que me pone en rojo todos los meses. Analicé la estructura de ingresos proyectada para este año. Me puse a leer esta novela que tengo hace un par se semanas en las manos (1Q84 libro 1 y 2). Almorcé una ensalada. Regresé a mi oficina, hice un par de videoconferencias por skype para organizar unas clases. Y a las 17 regresé a mi departamento. Seguí leyendo hasta las 18 y me fui a correr nuevamente. Saludé a Ruffino y Florencia que estaban en la entrada del edificio. Corrí de nuevo unos 14 km. Esta vez sentí que sudé más que a la mañana. De regreso, sentí que volvía a mi equilibrio. "Mi terapeuta esta de vacaciones, de modo que quizás deba compensar con dobles rutinas de running su ausencia", pensé riéndome. Ya estaba mejor. Tomé mucho jugo frío al regresar. Me bañe y me quedé secándome de bajo del aire acondicionado y el ventilador encendidos. Noté que mis pies estaban bárbaros: la fascitis plantar desapareció luego de todas las sesiones de kinesiología. Hablé por teléfono. Saludé a amigos y amigas que se iban de vacaciones. Destapé una cerveza, que estaba abierta de ayer a la noche cuando cenamos con Luciana y Julián, porque Camila se había quedado dormida. Me tomé la chela, seguí leyendo el segundo libro de Murakami: 1Q84 (llegué a la página 720). Justo cuando Aomame y Tengo por fin, después de toda una vida de pensarse, quizás se vuelvan a cruzar. Ahora espero que sean las 22:00 horas y ver "Escobar: El Patrón de mal". Y ... el aire freso del ventilador y del aire, mientras tanto, completan este estado de equilibrio inestable, pero placentero al fin y al cabo. Hoy fue el día que más corrí en mi vida.

Abejas Reinas

Marío Antonio se jactaba a viva voz que era bueno en los deportes colectivos. No sólo manifestaba ser bueno en los deportes colectivos; adicionalmente esgrimía la superioridad ética y moral de quienes practican deportes colectivos por encima de quienes, como nosotros los corredores solitarios, hacemos ejercicios físicos o entrenamientos individuales. Sin lugar a dudas, correr era algo que estaba muy por debajo de la escala ética y deportiva a los ojos de Mario Antonio. Pero sea o no que los deportes colectivos estuvieran encima de los deportes que se practican individualmente, lo cierto es que Mario Antonio se había acostumbrado en su equipo a ser el jugador estrella. Se sentía querido, halagado, festejado, admirado, necesitado y, sobre todas las cosas, el centro del equipo. A lo largo de su vida se había "empoderado" en el equipo, como suelen decir ahora las sociólogas. Como la mayoría de las cosas que se impregnan en cada uno de nosotros de manera indeleble y en lo más profundo del inconsciente, Mario Antonio no podía darse cuenta que su placer de practicar "deportes colectivos" (aunque solo había jugado en su equipo) radicaba en su lugar de abeja reina. Para el, su vida en el equipo era igual que la vida de los demás en el equipo. Y, obviamente, como suele suceder en las colmenas no hay lugar para dos abejas reinas.

Eso era muy claro en otros ordenes de la vida, aunque como la mayoría de las cosas que se impregnan en cada uno de nosotros de manera indeleble y en lo más profundo del inconsciente, Mario Antonio no lo veía de ese modo. Si bien no faltaba la referencia en sus conversaciones más informales que era bueno en los deportes colectivos, tenía serios problemas para integrarse en "equipos" sociales, laborales, grupales en donde no tuviera el rol que tenía en "su equipo" de toda la vida. Obviamente, tenía la virtud de deshacerse de quienes pudieran quitarle ese rol o bien intentando disolver los equipos en donde ese rol no se le asignara. Tenía esa virtud de líder positivo y creativo allí donde se lo dieran y se subordinaran a su carisma situacional, por decirlo de algún modo, y el defecto del miembro negativo y destructivo allí donde no. Eso si, conservaba la sonrisa (y diría que la ampliaba y lo hacía más bello aún) cuando sentía ese inmenso poder de acabar con lo que no se le sometiera. Como una bella y todopoderosa abeja reina.