
Al principio fue raro: mientras mantenía la postura, con la mirada hacia el frente, derecho y los pies apoyando en la media planta, además de mantener los brazos en 90° y moviéndolos al costado, noté que una pareja se reía cuando pasaba por delante de ellos. Y, la verdad, seamos honestos: a mi también me causaría gracia. La mayoría de las personas corren inclinados hacia delante, como cansados y arrastrando los piés. Probablemente, por más que hacia buenos tiempos, esa era mi forma cansada de correr. Quizás eso tuviera algo que ver con la lesión. Y según parece, es altamente probable que si. Sea como sea, aunque no lo crean o esté yo sugestionado, con la nueva "técnica" el dolor en el talón disminuyó considerablemente mientras corría. Por momentos no lo sentía y volví a apoyar el pié sin miedo. Traté en lo posible de apoyar la planta media del pie primero porque, aunque quisiera, caer con el talón con fuerza es doloroso aún. Y recordé el consejo de Ken Mierke (fisiólogo, triatleta campeón mundial): "si ves niños corriendo en el patio del recreo, notas cómo sus pies aterrizan justo debajo de ellos mismos y luego se impulsan hacia atrás. Los keniatas hacen los mismo. La manera en que corren descalzos cuando están creciendo es asombrosamente similar a la manera en que corren de adultos" (p. 286).
Asi que en estos días me concentré en seguir el consejo: mirada al frente, brazos en 90°, caderas adelante, talones fuera de la visión. Creo que gané en sentir menos impacto en el talón, aunque continúo ayudando con hielo y con una pelotita con "pinches" que uso para masajear la planta del pié. La idea es seguir corriendo, rehabilitarme, y seguir corriendo, porque "uno no deja de correr porque se hace viejo -dice el demonio-, uno se hace viejo porque deja de correr".
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