lunes, 18 de marzo de 2013

La Agenda de Francisco

Todos le quieren hacer la agenda al nuevo Papa, pensaba mientras esta mañana muy temprano salí a correr. Eso siempre es así con las personalidades políticas, me dije en silencio. Cada persona pretende que quien tiene el poder político o hierocrático, en este caso, tome decisiones de acuerdo a sus preferencias. Luego cuando el que toma las decisiones tiene las suyas (como es obvio y bueno) vienen las críticas. Por eso, en estos días uno escucha o lee acerca de lo que tendría hacer Francisco o de lo que tiene que hacer. Pero luego de leer esas "agendas", se me ocurre que podríamos distinguir tres tipos de colectivos que pretenden o esperan diferentes cosas del Papa. A su vez, diría, esa agenda tiene tres aspectos o dimensiones. Voy por parte, ¿les parece? Hoy corrí temprano y pensaba en el asunto, a propósito de la reunión con la presidenta. Y más allá de los gestos diarios de micros cambios protocolares, percibo las siguientes tensiones:

1. El grupo principal, está integrado por la Iglesia como organización. Es decir, desde los curas para arriba, hasta llegar a los cardenales. Podríamos decir, es la agenda interna. Aquí hay muchas expectativas, que van desde lo organizacional hasta lo doctrinario (moral y social). Con muchos matices, la expectativa podría estar puesta en el modelo de Iglesia que Francisco alentará. Si, por un lado, mantendrá el proyecto Sacerdotal-Monárquico (como lo definen Dri, Boff y cía) o bien intentará inclinar la balanza más hacia el lado del proyecto Profético-Evangélico. Esto incluye diferentes aristas, de las cuales no estoy en condiciones de desarrollar (y menos en un blog), pero que van desde una estrategia apostólica hasta cuestiones vinculadas con la organización política interna del Vaticano y de la Iglesia toda (incluyendo el tema de curas pedófilos, escandalos en el vaticano, problemas financieros, y demás problemas concretos pero no vinculados estrictamente con la Fe, si no con la reputación). Esta discusión es muy interna y quizás muy colateralmente le pega a los laicos, que por lo general han desarrollado su fe bajo la égida del proyecto sacerdotal-monárquico (con impurezas o no). Algo de esta discusión se dio en el Concilio Vaticano II, en la Conferencia de Medellín, durante los pontificados de Juan XXIII y Paulo VI, y lentamente fue marcha atrás bajo los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Para donde va Francisco? Algunos esperan con ilusión que con mucha calma su agenda se incline hacia la de los dos primeros. Todavía no sabemos, más allá de algunos gestos y actitudes simbólicas que han planteado expectativas en estos primeros días. Pero podría ser tan sólo un Papa reformista en lo organizacional. En este grupo, también, hay una expectativa por algo más: un cambio o una reforma doctrinaria. Las expectativas son escasas al respecto, dicen algunos, sobre todo después de la muerte del Cardenal Carlo Maria Martini. Esa agenda incluye: la catequesis, el celibato, el lugar de las mujeres en la administración de los sacramentos, la comunión de los divorciados y vueltos a casar, etc. Estas demandas parten transversalmente a la Iglesia. De todas formas, podría coexistir muy bien una agenda reformista en lo organizacional con una conservadora en los doctrinario. Digamos, un Papa reformista y conservador.

2. El segundo grupo está integrado por los feligreses practicantes y los que no son practicantes pero se definen como creyentes y católicos. Los simpatizantes de la Iglesia, si me permiten al expresión. Los que a veces suelen reivindicarse con expresiones tales como "Iglesias somos todos", pero que no tienen injerencia, salvo algunos muy pocos, en la administración de las cosas. Este grupo (compartiendo con el otro grupo) espera una agenda que los vuelva a poner en mayoría, que detenga la fuga de fieles que experimenta, desde hace dos décadas o más, la iglesia católica. Aquí también hay tensiones. Están los católicos ortodoxos, que están cómodos con una religión conservadora en lo moral (sobre todo en lo sexual) pero que quieren volver a hegemonizar la moral social. No quieren grandes cambios en los principios ideológicos que hasta ahora dominan en la Iglesia (basada en la impronta de Juan Pablo II y Benedicto XVI) pero la quieren mayoritaria. Frente a estos, pondría a los católicos progresistas, aquellos que tienen la expectativa puesta en una reforma doctrinaria profunda, que me animaría a decir sintetizaba intachablemente en lo teológico y en lo intelectual el Cardenal Carlo Maria Martini (Hago aquí un paréntesis, porque a éste yo lo admiraba).

3. El tercer grupo son los de afuera, los no creyentes. Es curioso, pero estos también esperan acciones, aunque la agenda que esperan no es, obviamente, la del Obispo de Roma. Demandan una agenda de reformas que, a mi modo de ver, vaya al meollo de la moral católica, de la política expansiva de la Iglesia, y que en definitiva merme el poder de la misma. Algo, obviamente, imposible que sea ejecutado desde adentro. No obstante, es curioso que tengan opiniones sobre el asunto. Muchos comparten (compartimos) con los progresistas del primer y del segundo grupo, una gran parte de los temas de la agenda, pero no la pretensión de validez universal de la creencia. Un tema, por ejemplo, que expresaría esta tensión podría ser el debate creacionismo vs. evolución, que por cierto tiene posibilidades de síntesis.

El tema es para largo, pero vaya mi pequeña contribución a estos días en los cuales parece que hemos descubierto que existe el Colegio de Cardenales, que hay debates en la Iglesia, y que no todos los curas son iguales.

Yo sigo corriendo... y pensando si encontraría financiamiento para una investigación sobre como votan los cardenales.

2 comentarios:

  1. y los creyentes de otras religiones, ese es el grupo clave aqui....

    ResponderEliminar
  2. Lo genial es (desde el lugar dónde leo) cómo por ejemplo, en la época postexílica de Israel (circa 540 aC) hubo proyectos analogables:
    Los que, al volver del exilio a la tierra de sus abuelos, querían volver a reconstruir el templo de Jerusalén, volver a imponer el sacerdocio hereditario, expulsando a los extranjeros y despreciando a los que se "habían contaminado con otros pueblos" al quedarse en la tierra y casarse con extranjeros; por supuesto que también querían restaurar la monarquía. Esdras y Nehemías están en esta línea
    Otros, más conciliadores, proponían refundar al pueblo no desde el templo y la monarquía sino desde los vínculos entre las personas y las tribus, un línea más en la onda del profeta Jeremías.
    Otros, callados, sin confrontar abiertamente, hacían su vida, se casaban con extranjeros/as que tenían otros dioses, seguían cuidando los vínculos de la casa... Testimonio de estos es el libro de Ruth.

    Rápido, algo así...

    ResponderEliminar