miércoles, 11 de junio de 2014

Mi viejo, mi hijo y yo

Quizás haya sido una de esas tardes que con el tiempo serán de esos recuerdos que se volverán pesados e intensos. Fueron 90 minutos, nada más. Llegué justo, con Julián, para comer rápido en lo de mis viejos y sentarnos a ver el partido. Era una final, aunque el que ganaba no iba a ser campeón. Llegamos con lo justo, con lo poco que tenemos en estos tiempos. El que ganaba se quedaba con el tercer lugar del torneo Nacional B, pero había que jugar un partido de desempate. Era una final. El que ganaba se quedaba con la tercer plaza para ascender al Nacional A, la máxima categoría. Demás está decir, ganamos. Si no hubiese sido así, quizás no estaría escribiendo estas lineas. Gritamos los dos goles como locos. Julián me miraba, y sin razonar mucho, también gritaba loco de contento. Mi viejo sentado, también gritaba. Ya no se paraba a gritar los goles como cuando ganábamos las libertadores en los 70´s, pero los gritaba. El primero lo hizo Zapata, y quizás por eso lo gritamos más. Lo puteamos todo el torneo. En la cancha eran una joda las cosas que se decían de él. Pero hoy, justo hoy, la metió adentro después de un rebote que dio el arquero cuando Pisano después de un contragolpe se la reventó en el pecho. El segundo fue tranqulizador, Pizzini recién había entrado, y también en un rebote medio forzado, a lo guapo, se quedó con el balón, luego de superar al arquero la metió definitiva, y contundente, en el arco. Ascendimos a la A. Las redes sociales estallan con el #ElRetornoDelRey. Pero después de un rato me di cuenta que había vivido un momento de esos que voy a  recordar con mucha emoción: mi viejo, mi hijo y yo viendo al Rojo salir de las malas para entrar en las buenas. Quizás no nos queden muchas tardes más así, pero esta tarde valió por todas las copas Libertadores.